] Ismae Valverde-Ambriz
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La semana pasada Petróleos Mexicanos (Pemex) presentó su informe financiero, el cual por cierto presenta dificultades para realizar su descarga, y nos informó de una pérdida neta de 18 mil 367 millones de dólares durante el 2019. Esa cifra se compara con 9 mil 575 millones en el 2018, lo que implica que pérdida aumentó en un 92 por ciento, es decir, que prácticamente se duplicó.
Para poner esto en contexto: si a este gobierno le duele el aberrante costo del avión presidencial, la pérdida de Pemex debe atormentarlo, pues equivale a 260 aviones presidenciales. Las consecuencias inmediatas de todo esto fueron que el precio de los bonos de Pemex que vencerán en el 2027 cayó un 1.4 por ciento, y que el rendimiento se redujo en 5.4 por ciento. Esto significa su peor comportamiento desde hace junio del año pasado, cuando Fitch Ratings le bajó calificación.
Alberto Velázquez, director corporativo de Finanzas de Pemex, señaló que sólo es un periodo de transición que ya estaba incorporado dentro de la estrategia de largo plazo de la compañía. Esta misma “estrategia” plantea que para el 2021 Pemex ya estará en equilibrio financiero. La paraestatal alude tres razones por las cuales obtuvo este “planeado” resultado.
EXPLICACIONES
La primera es el costo financiero que Pemex viene arrastrando y que implica el desembolso de 955 millones de dólares, lo cuales, al tomar en cuenta la volatilidad del tipo de cambio representan un lastre que suma pérdidas de forma considerable. Pese al mensaje de la petrolera, no se ve claro que este panorama cambie en corto plazo, considerando que en enero de este año Pemex subsanó casi la mitad de sus requerimientos con la venta de cinco mil millones de dólares en bonos.
La segunda razón es la caída en las ventas totales de la compañía tanto a nivel nacional como externo. En el plano nacional mostraron una caída de 18 por ciento y en el internacional del 15 por ciento. Estas bajas en las ventas de Pemex no podrían ser explicadas por faltas en la demanda externa, considerando que Irán sufre un bloqueo comercial y que la plataforma de producción de Petróleos de Venezuela sufre el veto de compra de algunos países. Otra razón que hace complicado explicar una falta de demanda externa es que los precios del petróleo bajaron en el 2019 con respecto al 2018, en 25 dólares por debajo en promedio, lo que debería haber alentado la demanda.
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La razón principal tiene que ver, más bien, con la caída en la plataforma de producción petrolera y que significó una reducción de casi el 8% con respecto al 2018. La producción de gas natural también se redujo en 4 por ciento. Esto implica que Pemex incumplió la meta de producción diaria propuesta por AMLO de 1.8 millones de barriles diarios (mbd), pues su nivel máximo se alcanzó en noviembre con 1.67 mbd.
COMPLEJIDAD
Ante esta circunstancia, los analistas ven cada vez más complicado que Pemex pueda cumplir la “otra” promesa de AMLO de llegar a los 2.6 mbd para el 2024 considerando, sobre todo, dos elementos importantes. El primero es que se cancelaron algunas licitaciones con privados, lo que implica la suspensión en prácticamente todos los campos de aguas profundas (con la excepción del que opera BHP Group en el Golfo de México). La segunda razón es que, según información de la Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH), Pemex presentó retrasos en todos sus campos prioritarios por falta de plataformas perforadoras en aguas superficiales y por la construcción de ductos para los bloques de terrenos, lo que lo llevó a sólo lograr el 58 por ciento de perforación en sus pozos.
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Además, hay un tercer asunto preocupante: el Patrimonio Neto Total muestra un déficit de 2 mil millones de pesos. Esta cifra es fuerte, pues si se tratara de cualquier otra compañía significaría que está en quiebra técnica, y si resiste es por el respaldo implícito del gobierno mexicano, con los consiguientes riesgos de contagio a la deuda soberana. Sólo hay que recordar los problemas que atravesó el peso y la deuda mexicana cuando, con Luis Videgaray, el desplome de los precios del crudo a partir de mediados de 2014 y el consiguiente derrumbe de los ingresos de Pemex, puso a la compañía en apuros y le forzó a anunciar un agresivo recorte de gasto en Pemex para intentar estabilizar a la petrolera del Estado y a los mercados.