] Un Rapidín con Ángel Irra Carceda
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Vivo como es, el presidente AMLO soltó un trompo que -seguro- no encontrará a alguien que se lo eche a la uña. Oh, decepción.
Retó a sus opositores a someterse a que la renovación de su mandato se adelante para la elección del año próximo. Ajá.
La consulta para la revocación de mandato fue aprobada para marzo del 2022.
Pero, de pronto, y ante el desplome paulatino de las preferencias de Morena y de su propia imagen, se le ocurrió adelantar para la elección federal del 2021 la revocación de mandato.
La intentona es obvia. Quiere involucrarse en la elección próxima para “sacar al buey de la barranca”, porque hay que reconocerle que aún mantiene un gran bono electoral.
Con eso le bastaría para mantener el año próximo la mayoría en la Cámara de diputados federal, que es lo que más le interesa.
Sí, pese a que su imagen se mantiene en picada, AMLO goza de un gran respaldo popular.
Sin embargo, tan pronto lanzó su trompo, le llovieron reacciones adversas por hacerlo cuando el país está inmerso en un feroz combate al COVID-19, en una lucha del día a día por salvar el mayor número de vidas de mexicanos.
Nuevamente AMLO enseñó el cobre. Con un oportunismo que lo desnuda como un hombre más preocupado por sus intereses políticos. Nada que ver con un estadista, con el líder que un pueblo necesita para llevarlo a buen puerto.
Y no le servirá este tema como uno más de sus distractores. NO. Definitivamente, NO.
Sólo le ha dado más velocidad a la caída libre de Morena, y a la de su imagen propia ante el pueblo mexicano.