E d i t o r i a l
Tres disyuntivas simples, sin jiribillas ni sarcasmos, para Alberto Catalán Bastida, dirigente estatal del Partido de la Revolución Democrática (PRD), que en conferencia de prensa criticó hoy severamente el actuar del gobierno en turno, exhibiéndolo como el causante de todas las desgracias ocurridas durante los últimos días en Guerrero, y demandó enérgicamente el cese de la alcaldesa capitalina, Norma Otilia Hernández Martínez, y de la fiscal general Sandra Luz Valdovinos Salmerón.
1.- ¿Qué fuerza impulsa o con quién quiere congratularse el líder estatal el PRD cuando arremete contra los gobiernos estatal y municipal de la 4T? ¿Con la justicia, con su partido, con el pueblo guerrerense o con Ángel Aguirre, su sempiterno maestro y casi padre político que lo ha cobijado desde siempre? ¿Por qué levantar la voz solo cuando se afecta al PRD y no cuando el clamor de justicia y seguridad es nacional, no solo estatal o municipal?
2.- ¿Olvida Alberto que gobernaba el PRD cuando, por la apatía y tibieza de Ángel Aguirre para gobernar con mano firme, Guerrero también fue noticia cuando asesinaron a los normalistas de Ayotzinapa en Iguala y desaparecieron a 43 de ellos?
3.- ¿Olvida que la falta de autoridad de Ángel Aguirre, en vista que dejó en su sobrino incómodo pero favorito, Ernesto Aguirre Gutiérrez, el control total del Estado, el gobierno perredista de Aguirre fue un caos, una anarquía, una desastre que conllevó a homicidios y eventos políticos y sociales desastrosos que hasta el día de hoy siguen siendo noticia nacional e internacional?
Antes de que el dirigente estatal del PRD puede sospechar que se defiende al gobierno actual de los incidentes ocurridos en días recientes, aclaramos que para poder criticar se debe tener calidad moral y un poquito de cautela antes de abalanzarse a hacer señalamiento flamígeros contra alguien.
Mientras no haya una investigación exhaustiva, nadie puede emitir veredicto alguno sobre la trágica y lamentable muerte del exregidor perredista Óscar Garibay y su sobrino Iván Zaith Dominguez, quienes fueron abatidos a la medianoche no en la revuelta de ayer y antier, sino en la taquería propiedad de Omar.
A veces, los culpables no son quienes sospechamos que son.
¿Qué tal si se trató de ‘algún asunto’ ajeno a la inseguridad que azora Chilpancingo?
Que ha faltado confianza en las instituciones policiales por su desempeño en asignaturas como seguridad y justicia es cierto, pero no se puede culpar a una institución o persona por un homicidio que hasta ahora no forma parte del saldo de violencia ocasionada por una horda presuntamente comandada por un grupo criminal que, como los demás que mantienen de rehén al país, gozan del blindaje que decretó el presidente de la República hacia ellos, a saber los ‘abrazos’ y el ‘respeto’ a sus derechos humanos… accionar nada diferente del sistema de seguridad implementado por Ángel Aguirre en su gobierno (2011-2014), donde todos mandaban, ¡menos el gobernador!
Sería bueno usar mejores tácticas de protagonismo.
Como partido político nacional, el PRD debería enarbolar el clamor del pueblo, en genera, no solo elevar la voz y demandar justicia cuando le pisan los ‘cayos’.