No es que ‘antes de’ hayan sido buenos gobernantes, pero de Zeferino Torreblanca (2005-2011) para acá, Guerrero es un infierno sin retorno.
Muertos, balazos, secuestros, extorsiones, cobros de pisaje, disputa de plazas, ‘levantones’, ejecuciones casi todos los días.
Casi dos mil muertos de manera violenta en menos de un año, según estadísticas extraoficiales, dice mucho de la capacidad del gobernador en materia de seguridad pública y capacidad política.
Al paso que avanza la violencia y la inseguridad, en Guerrero harán falta panteones y ser médico forense, sepulturero y agente funerario serán los empleos mejor pagados, peleados y cotizados del estado
Al paso que avanza la violencia y la inseguridad, en Guerrero harán falta panteones, y ser médico forense, sepulturero y agente funerario serán los empleos mejor pagados, peleados y cotizados del estado.
Pero nadie, ni Ángel Aguirre, ni Rogelio Ortega, mucho menos Héctor Astudillo, pueden culpar a sus antecesores u opositores del estado deplorable e inseguro en que se halla la entidad.
Ellos prometieron cambiar los que sus antecesores habían hecho mal, para eso se les calentó el ‘motor’ y eligieron ser gobernantes, pero ni uno de ellos ha sido capaz de cambiar siquiera sus costumbres de mentir, robar y darle preferencia política a sus amigos, familiares y compadres, en lugar de gobernar con equidad y justicia para todos los guerrerenses.
¡No le queda a Astudillo darse golpes de pecho, lavarse las manos ni rasgarse las vestiduras! Sencillamente no puede con la responsabilidad, aunque de vez en cuando su gobierno tenga algunos relumbrones de populismo y sus aduladores sigan aplaudiéndole como focas circenses y pidiendo tiempo para que den frutos sus acciones y promesas.
Según la realidad, según los hechos, Héctor Astudillo es de los gobernantes más soberbios, falaces, retrógradas e intransigentes que compite, junto con Ángel Aguirre y Rogelio Ortega, por la «medalla de oro» al gobernador más corrupto, nepotista, soberbio, inconsticional, retardatario y simulador del Guerrero del nuevo milenio.
Es Astudillo Flores una copia pirata de Donal Trump, el famoso empresario metido a político republicano conocido como «El Emperador sin Bolas» que aspira la presidencia de Estados Unidos, quien habla y promete mucho pero en sí no es capaz de predicar con el ejemplo ni creer él mismo en sus promesas. ¡Con justa razón le dedicaron cinco estatuas con la leyenda «El Emperador sin bolas», por la sencilla razón de… bueno, usted ya sabe por qué.
Según los hechos, parece ser que, al igual que al ‘cabeza de paja’ de Trump, a nuestro ‘emperador’ también le faltan ‘bolas’ para cumplir con Guerrero, para instaurar ese «orden» (que no impera ni en su casa) y esa «paz» (que solo es posible en los panteones) tan careada y anhelada desde el 27 de octubre del 2015, fecha en que Erique Peña Nieto, en complicidad con Manuel Añorve y René Juárez, nos lo impusieron como gobernador para gobernar para sus amigos, compadres y familiares e, inclusive, los grupos criminales a quienes –aparentemente– teme poner en «orden» para no complicar los compromisos «del dominio público» de quienes manejan los hilos que lo obligan a cumplir diariamente con el rol de supuesto jefe del Poder Ejecutivo de Guerrero.
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