MANAGUA, Nicaragua. * 9 de julio de 2019.
] Efe.
Carlos Fonseca Terán, hijo de un fundador del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), señaló este martes a «algunos de los obispos» como «los mayores azuzadores» de las protestas contra el Gobierno de Daniel Ortega que comenzaron en abril de 2018 y que han dejado cientos de muertos.
«La jerarquía de la Iglesia (católica), sobre todo algunos de los obispos, fueron de los mayores azuzadores» de las manifestaciones antigubernamentales, aseguró Fonseca Terán, secretario adjunto de Relaciones Internacionales del FSLN, partido fundado en 1961, entre otros, por su padre, Carlos Fonseca Amador.
El dirigente sandinista mencionó al influyente obispo auxiliar de Managua, Silvio Báez, quien por decisión del papa Francisco fue trasladado a Roma, en medio de la crisis en la que está inmersa el país centroamericano.
Asimismo, sostuvo que «algunos» sacerdotes «estuvieron en las sesiones de torturas» que, a su juicio, los opositores realizaron a simpatizantes sandinistas y a trabajadores del Estado durante los tres primeros meses de protestas callejeras.
«Les parecía que estaban en los tiempos de la Inquisición, quemando vivos a los sabios, como lo hacían en la época de la Inquisición, y protegiendo a los delincuentes, a los terroristas, a torturadores, a los criminales, guardando las armas en los templos y todo», apuntó.
«¡Eso fue abominación!», continuó Fonseca Terán, a través del Canal 4 de la televisión local, afín al Gobierno sandinista.
El hijo del cofundador del FSLN consideró «que en la historia de Nicaragua no ha habido mayor profanación a lo más sagrado de la Iglesia católica que la que hicieron esos obispos y esos curas el año pasado»
«No la ha habido, ni se ha causado nunca tanto daño a la Iglesia católica como el que ha causado esta gente. Por eso se tuvieron que llevar al «sargento» Báez» a Roma, agregó.
A juicio de Fonseca Terán, el papa Francisco trasladó al obispo Báez a Roma «por el daño que estaba causando a la propia institución de la Iglesia católica».
Los obispos de la Conferencia Episcopal de Nicaragua participaron como mediadores y testigos de un fallido diálogo que se instaló a mediados de mayo de 2018 y que fue suspendido dos meses tras las agresiones sufridas por religiosos en la ciudad de Jinotepe (sur).
El presidente Daniel Ortega calificó de «golpistas» a los obispos de la Conferencia Episcopal y consideró que son cómplices de las fuerzas internas y de los grupos internacionales que, a su juicio, actúan en Nicaragua para derrocarlo.
Ortega hizo esas acusaciones ante miles de sandinistas en una plaza de Managua y mientras conmemoraba el 39 aniversario de la revolución sandinista.
Hace un año, la Conferencia Episcopal propuso a Ortega que adelantara a marzo de 2019 las elecciones fijadas para 2021 y que renunciara a presentarse a la reelección, pero Ortega lo rechazó y pensó que la propuesta mostraba que los obispos estaban «comprometidos con los golpistas», según dijo el 19 de julio de 2018.
Desde abril de 2018, Nicaragua vive una crisis sociopolítica que ha dejado al menos 326 muertos, según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), aunque organismos locales elevan la cifra a 595 y el Gobierno reconoce 200 y denuncia un supuesto intento de golpe de Estado.
Según el informe del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI), adscrito a la CIDH, el mayor responsable de la violencia es el Gobierno de Daniel Ortega, a quien responsabilizan de cometer incluso crímenes «de lesa humanidad» en medio de la crisis.