] Javier Saldaña Almazán
| UAGro.
Sin dudas estamos ante la pandemia más severa de las ultimas décadas. Sea por los impactos en los cambios de vida que implican el confinamiento masivo y global, sea por las consecuencias, todavía inconclusas, sobre la cantidad de personas afectadas como sobre la economía de los países y del mundo. Una sola cosa parece cierta: el impacto será profundo y la actual crisis dará espacio a una nueva época.
Las crisis son un desafío para el pensamiento, y también una oportunidad para la acción. Ayudan a repensar nuestra realidad, pues ponen al desnudo las debilidades y fortalezas del Estado y la sociedad en la que vivimos. También permiten ver el impacto de la educación sobre la salud, y por qué debemos actuar desde la educación. Para los guerrerenses, es hora de trabajar juntos.
La actual pandemia tiene como principales afectados al sector de la tercera edad (mayores de 60) y especialmente al de la cuarta edad (mayores de 80 años). Así, en Italia por ejemplo, el 95% de las personas fallecidas por corona virus tiene mas de 60 años, y alrededor del 85% mas de 70. Esto evidencia que han mejorado las condiciones de la existencia humana, creciendo la expectativa de vida en todo el mundo, pero al mismo tiempo las infraestructuras sanitarias no han acompañado la nueva situación de envejecimiento de la población.
Es decir, un avance como la esperanza de vida no ha ido acompañado con las previsiones del sistema de salud pública. Es un llamado de atención también para nosotros, los mexicanos.
En México, en términos generales también se ha avanzado en la esperanza de vida. Y si se piensa que en los años 30 era de alrededor de 35 años, ha habido un gran avance, pues en los años noventa fue de 70 años y en 2018 creció a los 75 años. Pero, los promedios generales son engañosos, y cuando prestamos atención al interior del país, las noticias son menos buenas. Así, si atendemos a las cifras del INEGI, mientras en Nuevo León, la esperanza de vida es de 77 años, en Guerrero es sólo de 73. Es decir, mientras el estado del norte se posiciona dos años más por sobre la media de esperanza de vida nacional, Guerrero se posiciona dos años menos de esa media. ¿De qué factores depende la esperanza de vida? En gran medida del desarrollo humano, donde la educación desempeña un rol crucial (el Programa de Naciones Unidas para el desarrollo, lo mide a partir de la salud, la educación y el nivel de ingreso). Cuando analizamos los contrastes en el país a nivel municipal, la demarcación con mayor desarrollo humano (según datos del 2015) es entre la alcaldía de Benito Juárez, en la Ciudad de México (0.944), esto significa un indice similar al de Suiza; y la alcaldía de menor desarrollo humano en Cochoapa el Grande, en nuestro Estado (0.420), con un valor similar al de Burundi, en África.
Si nos concentramos en nuestro Estado, las desigualdades surgen también de modo crudo. El municipio de Cochoapa es treinta y siete veces menor en desarrollo humano al de Iguala, uno de los de mayor desarrollo. Estas disparidades no deben sorprender. Aún en países altamente desarrollados como el Reino Unido, las desigualdades son enormes. Así, como mostró Goran Therborn, en Londres, la brecha en la esperanza de vida entre la clase media alta de Chelsea y Kensington y la pobre de Tottenham Green es actualmente de diecisiete años, equivalente a la que existe entre el Reino Unido y Birmania. Al respecto el sociólogo sueco, ha mostrado con eficacia que no es sólo la pobreza o la carencia de recursos la que daña derechos, sino la exclusión. En primer lugar, la exclusión que implica aspectos como la nutrición, la salubridad de las condiciones ambientales con implicancias sobre la esperanza de vida o el desarrollo físico. Y por cierto, las diferencias de mortalidad entre los adultos obedece a diferentes niveles de educación, diferencias grandes aún en el interior de los igualitarios países del norte de Europa. Diferencias por cierto mayores en Suecia que en Francia y mucho mayores que en España, lo que se explica por los hábitos alimentarios, y por lo tanto por la educación, y que en tal sentido incide directamente en la salud.
Por otra parte, la educación influye en un tipo de desigualdad asociada con la autonomía, el respeto y la libertad. Así, la violencia contra las mujeres, sometidas por el patriarcado y el sexismo; el desprecio por los pueblos originarios; la explotación de las clases bajas por las altas, la xenofobia contra los migrantes y las minorías; el rechazo a los homosexuales encerrados en el closet por heterosexuales intolerantes; son actitudes que se acentúan en personas con niveles educativos mas deficitarios. Además, los sectores excluídos tienen menos calidad de vida e incluso menor esperanza de vida. En emergencias como la pandemia actual, las desigualdades son lacerantes: piensese en el alto porcentaje de afrodescendientes e hispanos que mueren por coronavirus en Estado Unidos, por exclusión sanitaria.
Por lo anterior en la #UAGro, pusimos el acento desde un comienzo, en la inclusión educativa: educación de alta calidad para todos. Nuestra Universidad ha generado en estos tiempos indicadores de calidad, cualitativos y cuantitativos que la ubican entre las universidades líderes en el país, y hoy está enfocada, en coordinación con el gobernador del Estado, Hector Astudillo Flores, quien realiza una labor encomiable, en afrontar de modo exitoso la emergencia sanitaria. Desde la UAGro, con la conciencia de los efectos positivos sobre la salud de los gurrerenses, no escatimamos esfuerzos y toda nuestra comunidad está integrada en el plan de solidaridad con el pueblo guerrerense. Mi convicción es que los universitarios tenemos una alta vocación de servicio y una misión innegociable que consiste en fortalecer nuestra profesión, ser buenos ciudadanos y ser solidarios con el pueblo al que nos debemos. La UAGro es hoy la Universidad con mayor inclusión en el país, y hemos atendido a las poblaciones originarias desde el inicio de nuestra gestión. Así, cuando iniciamos la rectoría, habían 2000 estudiantes indígenas en la universidad, hemos incrementado esa cifra en siete veces más: hoy hay 14 mil estudiantes de comunidades. Hoy nos parece inverosímil que en el inicio de nuestra rectoría, hubiera en medicina sólo 5 estudiantes indígenas, resultado de una exclusión estructural. Atacamos la exclusión con vigor desde un comienzo, y hoy contamos también con estudiantes hijos de migrantes, estudiantes que provienen de la Sierra y de los municipios de mayor rezago socioeconómico, estudiantes afrodescendientes, estudiantes con capacidades diferentes, quienes ingresan de modo directo en nuestra Universidad. Esto es complementado con las Casas de estudiantes, los comedores universitarios, los albergues para estudiantes indígenas, y ha dado resultados importantes para la movilidad social, pero también para el cambio cultural que incide sobre la reducción de la violencia cotidiana, generando conciencia de igualdad entre las personas que habitan en el Estado. Este modelo de inclusión, aplicable no sólo en la UAGro, sino también en el Estado y en el país, se ha logrado con una consistente acción de Unidad y con trabajo sostenido.
Hoy más que nunca, estamos llamados todos los sectores, sociales, políticos y económicos a contribuir a la Unidad y a la solidaridad. Estamos llamados a coordinarnos bajo el liderazgo del Gobernador del Estado. No es tiempo de ideologías a favor de partes, ni de protagonismos interesados. Hoy el pueblo guerrerense requiere que estemos unidos con el solo objetivo de servir a Guerrero en esta contingencia sanitaria, que como dije en el comienzo, es un gran desafío, y también una oportunidad para mejorar.