El error sería presentarse a los comicios como el seguro ganador sin hacer el trabajo previo para ganar una elección. Este es el riesgo que enfrenta Morena.
» Manuel Velasco Coello.
] El Universal.
Si bien es cierto que Morena lidera en la mayoría de las encuestas y sondeos de opinión de preferencias electorales rumbo a los comicios de junio próximo, está muy lejos del porcentaje que, como partido, sacó en las elecciones de 2018 cuando AMLO estuvo en la boleta.
En estos momentos, Morena se encuentra en un margen de 35 por ciento en las preferencias ciudadanas, sin embargo, su tendencia es a la baja, mostrando que ya alcanzó un techo de votación que muy difícilmente podría superar por sí mismo. Este margen es muy inferior al 53 por ciento que el presidente López Obrador obtuvo en los comicios presidenciales. Es decir, entre AMLO y Morena existe una diferencia superior a 18 puntos, lo que marca una distancia entre la popularidad del presidente de la República y su partido.
Con estas cifras, podemos establecer que millones de mexicanos votaron por AMLO y no por Morena, y que, al hacerlo, marcaron claramente su distancia del partido y, quizá, de no volverle a otorgar el voto sin que AMLO aparezca en la papeleta electoral.
Al revisar los estudios de opinión que las diversas casas encuestadoras realizan sobre la popularidad del licenciado Andrés Manuel López Obrador, vemos un nivel de aprobación del 60 por ciento que ahonda aún más la diferencia de aceptación ciudadana entre el presidente y Morena.
AMLO muestra una gran capacidad para allegarse mayores simpatías ciudadanas y, al mismo tiempo, vemos a ciudadanos dispuestos a entregarle su simpatía al presidente de la República. En cambio, Morena por sí solo no ha sido capaz de ganar simpatías entre la población a pesar de contar con la mayor preferencia electoral de todos los partidos. Como lo mencionamos arriba, su tendencia es a perder respaldo popular, desplomándose dramáticamente más de 25 puntos por debajo de la aprobación presidencial promedio.
Los números muestran que la popularidad del presidente López Obrador no se está traduciendo en una mayor preferencia electoral para su partido, por lo que Morena no puede confiarse en que podrá navegar en el mismo barco de la popularidad presidencial de aquí a las elecciones del 6 de junio.
El error sería presentarse a los comicios como el seguro ganador sin hacer el trabajo previo para ganar una elección. Existen muchísimos ejemplos de elecciones que se daban por ganadas y que en una campaña se perdieron, márgenes holgados que en los procesos electorales se esfumaron y de partidos gobernantes que perdieron sus mayorías.
Este es el riesgo que enfrenta Morena si no apuesta por candidaturas con auténtico arraigo y liderazgo popular, si no concentra su esfuerzo en fortalecer la organización de estructura y si no enfrenta la campaña con un genuino espíritu de competencia para ganarse la confianza de la gente.
De no detener su tendencia a la baja y caer por debajo del 35 por ciento de las votaciones, corre el serio riesgo de perder la mayoría en la Cámara de Diputados. Sin mayoría, Morena no podrá aprobar por sí mismo el presupuesto, sus iniciativas quedarían sujetas a la negociación y lo más preocupante es que al perder la mayoría, podrían revertirse las reformas impulsadas por la Cuarta Transformación e instaurarse un proyecto de Nación distinto al impulsado por el presidente López Obrador.
Por estas razones, no es aconsejable apostarle todo a que la oposición se encuentra debilitada y prácticamente derrotada. Al menos en los comicios locales celebrados en el 2019 y el 2020, los resultados generales arrojan un panorama muy distinto para Morena.
En Aguascalientes solamente ganó una de 11 alcaldías, en Durango dos de 39 presidencias municipales, en Tamaulipas únicamente una de 22 distritos locales, en Puebla perdió 350 mil votos respecto a su resultado del 2018, gubernatura que pudo ganar gracias a la votación del PT y el Partido Verde, ya que el PAN los había superado en sufragios por partido. En el 2020 se desplomó 400 mil votos en Coahuila donde no ganó un solo Distrito y en Hidalgo retrocedió en las zonas urbanas con 700 mil votos menos de los alcanzados en la elección presidencial de hace dos años ganando solo 6 de 84 alcaldías en juego.
Sin AMLO en la boleta, Morena sufrió dolorosas derrotas y disminuyó considerablemente su votación. Quedó suficientemente demostrado que la gente hizo valoraciones diferentes en los escenarios locales, sopesó mucho más los perfiles de los candidatos y seguramente esa misma será la constante que prevalecerá en el 2021.
Por ejemplo, hace apenas seis meses, Morena como partido estaba arriba por amplio margen en las 15 gubernaturas a renovarse. Hoy, después de la designación de sus candidatos, las preferencias electorales se han ajustado. En Baja California Sur, Campeche, Nuevo León, Sinaloa, Sonora y Colima, la competencia será de a deveras y se peleará palmo a palmo. En Michoacán ganaba holgadamente por 3-1 y, en menos de medio año, ya está a un dígito.
En San Luis Potosí marginó a sus militantes fundadores para imponer a panistas y priistas que hasta hace poco denostaban públicamente a Morena y al presidente de la República, provocando su desplome al tercer lugar en las encuestas. En Nayarit, Guerrero, Zacatecas, Tlaxcala y Baja California se mantiene como puntero, mientras que el PAN ya consolidó su ventaja en Querétaro y comienza a despuntar en Chihuahua.
No hay de otra, los partidos y sus candidatos tienen que salir a competir como si fuera la primera vez, sin dormirse en los laureles, porque, así como sucede en la vida, tanto en política y más en elecciones, la soberbia es una muy mala consejera.