» Zeke Miller
) AP.
Los no vacunados son causa de exasperación. Un riesgo para sus conciudadanos. Una amenaza a la recuperación económica. El presidente estadounidense Joe Biden trata ahora de concentrar la furia de la mayoría vacunada del país contra el 25% reticente a vacunarse contra el COVID-19.
Casi ocho meses después de asumir el cargo y haberle declarado la “guerra” al virus, Biden anunció el jueves nuevos requisitos federales que pudieran forzar a muchos a vacunarse. Al hacerlo, el presidente toma a los que no se han arremangado como un nuevo adversario en medio de un aumento devastador de casos que está presionando el sistema nacional de salud y apretando la economía.
“Hemos sido pacientes, pero se nos está agotado la paciencia”, dijo Biden en la Casa Blanca. “Y su negativa nos está costando a todos”.
La minoría no vacunada, añadió, “puede causar mucho daño y lo está haciendo”.
El discurso marcó la más clara expresión pública de las frustraciones de Biden por la dirección de la pandemia y un evidente contraste con su tono familiar de sanar la nación. Esencialmente, regañó a una minoría del país por lastrar a la mayoría. Y se refirió en términos especialmente duros a los funcionarios públicos que han azuzado o explotado los temores de las vacunas en beneficio político propio.
“Una minoría singular de estadounidenses, apoyada por una minoría singular de funcionarios electos, nos impide dar vuelta la página”, dijo Biden. “Esas políticas de pandemia están enfermando a la gente, haciendo que personas no vacunadas mueran”.
La enérgica posición de Biden refleja un cálculo de que muchos más estadounidenses apoyarán sus medidas que los que serán atraídos a la furia visceral que algunos expresaron ante su anuncio —algo evidenciado, en su opinión, por el hecho de que la vasta mayoría del país ya se ha vacunado.
Fue motivada además por autointerés— pues Biden trata de defender su propio trabajo en el asunto más importante para los votantes.
Ante el resurgimiento del virus, su tasa de aprobación en los sondeos ha caído al nivel más bajo de su presidencia. Un sondeo AP-NORC en agosto indicó que 54% de los estadounidenses aprobaban el manejo de la crisis de la pandemia por Biden, comparado con 66% el mes previo, algo impulsado por una baja en el respaldo entre republicanos e independientes.
La declinación coincide con un retroceso en el verano en la lucha contra el virus. Biden atribuyó al alza de los casos un crecimiento de los empleos menor que lo esperado en agosto y advirtió que la nación pudiera continuar enfrentando penalidades económicas si no controla el virus.
Apenas hace dos meses, Biden declaró prematuramente la “independencia” del país de la pandemia. Ahora, pese a que más de 75% de los estadounidenses han recibido al menos una dosis de vacuna, el país está registrando 300% más casos nuevos por día, dos veces y media más hospitalizaciones y casi el doble de muertes comparado con el mismo período hace un año.
“Vivimos un tramo difícil y pudiera durar un tiempo”, advirtió Biden.
Aun así, pronosticó que con la mayoría de los estadounidenses vacunados el saldo humano no excederá el del invierno pasado.
Hablando directamente sobre los temores de estadounidenses que han recibido una dosis, Biden dijo: “A la vasta mayoría de ustedes que se han vacunado, yo entiendo su furia hacia aquellos que no se han vacunado. Entiendo el miedo a una infección posvacuna”. Prometió que su gobierno se estaba apresurando para asegurar las dosis de refuerzo de las vacunas posiblemente este mes para proveer una protección más duradera contra la variante delta, que es más contagiosa.
Al anunciar que la Administración de Seguridad del Trasporte aumentará al doble las multas a los viajeros que se nieguen a usar mascarillas en aviones, Biden dijo: “Si violas las reglas, prepárate para pagar”.
Funcionarios de la Casa Blanca afirman que el presidente no está tratando de alimentar furia en un vacío, sino que espera que la irritación de la mayoría del país —combinada con nuevos requerimientos de vacunación— sirva como un paso productivo adelante hacia el control del virus. Derrotar el coronavirus, dicen, requiere ahora derrotar la renuencia de 80 millones de personas que aún no se han vacunado.
Es un cambio radical de tono de una Casa Blanca que se pasó gran parte del año evitando cualquier apariencia de crítica a aquellos que estaban esperando para vacunarse.
Las autoridades federales, estatales y locales gastaron miles de millones de dólares en educación, anuncios y otras medidas para promover la eficacia de las vacunas. Regalaron coches, dinero, matrículas escolares, boletos deportivos y cerveza. Incluso mientras algunos republicanos criticaban el manejo de la campaña de vacunaciones por Biden, la Casa Blanca se contuvo.
Pero a medida en que más personas se vacunaron, Biden se sintió más cómodo atacando primero a aquellos a los que el gobierno culpa por la desinformación sobre las inyecciones y ahora imponiendo nuevos requerimientos se vacunación que su gobierno previamente había evitado.
Aun así, Biden hasta ahora se ha abstenido de imponer requisitos aún más coercitivos, como la prueba de vacunación para vuelos nacionales.
Pero la reacción de sus rivales fue rápida.
El gobernador republicano de Mississippi, Tate Reeves, tuiteó: “La vacuna salva vidas, pero esta medida inconstitucional es aterradora. En Estados Unidos creemos en ser libres de los tiranos”.
Ronna McDaniel, presidenta del Comité Nacional Republicano, dijo que se trata de “un decreto inconstitucional, antiestadounidense”. El gobernador de Carolina del Sur, el republicano Henry McMaster, afirmó: “Que no queden dudas, vamos a pelear hasta las puertas del infierno para proteger la libertad y el sustento de todos en Carolina del Sur”.
La Casa Blanca se prepara para objeciones legales y piensa que incluso si algunos de los mandatos son anulados, millones de estadounidenses recibirán vacunas debido a los nuevos requerimientos, lo que salvará vidas y limitará la diseminación del virus.
Biden ha encontrado aliados inusuales en la comunidad empresarial, que está deseosa de regresar a la normalidad luego de 18 meses de interrupciones por la pandemia. A ellos pueden no gustarles los aumentos de impuestos propuestos por Biden, pero parecen haber aceptado su argumento de que el país no puede darse el lujo de permitir que los no vacunados deshagan los progresos en el fortalecimiento de la economía.
“Business Roundtable saluda la continua vigilancia del gobierno de Biden en la lucha contra el COVID”, dijo Joshua Bolten, presidente del grupo.
“Deseamos trabajar con el gobierno para asegurarnos de que cualquier requisito de vacunaciones es estructurado de forma tal que no impacte negativamente las operaciones de los fabricantes que durante toda la pandemia han liderado los esfuerzos para mantener sanos a los estadounidenses”, dijo el presidente de la Asociación Nacional de Fabricantes, Jay Timmons.
Pese a la reacción vehemente de los oponentes de Biden, el presidente puede sentirse confortado por algunos datos.
Un sondeo de Axios/Ipsos del 30 de julio al 2 de agosto indicó que 58% de los estadounidenses, incluso 79% de los vacunados, dijeron que culpaban a los no vacunados por el aumento de los casos de COVID-19 en el país y la diseminación de las nuevas variantes. El sondeo permitió múltiples respuestas, pero la proporción de quienes dijeron que los no vacunados tienen la culpa fue mayor que las de aquellos que culparon a otras causas, incluso viajeros de otros países (32%) y Donald Trump (28%).
Los asistentes de la Casa Blanca apuntan a una estadística aún más clara: los más de 208 millones de estadounidenses que se han vacunado.