CIUDAD DE MÉXICO. * 14 de enero de 2022.
) AP.
Tras su libro de cuentos “Qué vergüenza” y su novela debut “Isla Decepción”, acerca de un prófugo de un barco pesquero asiático, la escritora chilena Paulina Flores busca mezclar novela y cuento en su próxima entrega.
El libro en el que trabaja, del cual no reveló el título, es una novela por episodios en la que se cuentan diferentes etapas de un personaje sin seguir un orden cronológico.
“Siempre me preocupo mucho por disfrutar la escritura y estar ahí bien conectada con las palabras”, dijo en una entrevista por videollamada desde Barcelona, donde estudió recientemente una maestría.
Flores, nacida en Santiago de Chile en 1988, era estudiante y mesera cuando comenzó a escribir “Qué vergüenza”, una colección de relatos urbanos contemporáneos, publicada en 2016.
“Fue el libro con el que aprendí a escribir narrativa”, dijo. “Nunca había tenido el ejercicio literario y esos fueron los primeros cuentos que escribí”.
Su libro fue galardonado con el Premio Roberto Bolaño, un escritor con el que siente afinidad y al que leyó bastante mientras estudiaba Literatura Hispánica. También recibió el Premio del Círculo de Críticos en Chile. Pero tras esto no faltaba la presión para que escribiera una historia de largo aliento.
“La novela fue un proceso bien bonito porque también me di cuenta que siempre se aprende, hacer literatura es un constante aprendizaje y todas las cosas que pensé que sabía de antes… necesitaba aprender mucho más que eso y fue un trabajo arduo”, recordó.
El proceso de escritura y reescritura se prolongó por más de cuatro años.
“Hasta casi volverme loca, pero fue un proceso muy lindo porque yo soy medio obsesiva, entonces para una persona medio obsesiva estar tanto tiempo trabajando en algo es así como ideal”, dijo.
Finalmente vio la luz “Isla Decepción” la historia de Lee, un empleado coreano de un barco pesquero chino con condiciones laborales deplorables que se fuga de la embarcación cerca de la costa chilena en el Estrecho de Magallanes.
“Quería trabajar temáticamente la idea de huir, de escapar, supongo que en el ambiente también está muy latente todo lo relacionado a la migración”, dijo sobre su novela editada en México por Seix Barral a fines del año pasado. “La novela está hablando de que el capitalismo funciona de forma terrible”.
Para Flores, Lee es también una representación alegórica de “el budismo, el presente, los silencios”.
“Sobre todo como esta consciencia del presente constante”, dijo. “Para mí Lee es como un misterio”.
Lee es ayudado por Miguel, un pescador chileno sin mucha experiencia, que teme llevarlo ante las autoridades por miedo a que sea deportado, por lo que decide ocultarlo en su casa. Las cosas se complican cuando llega con ellos Marcela, la hija millennial de Miguel cerca de cumplir 30 años, que recién ha renunciado a su trabajo tras una decepción amorosa.
Para Flores, Marcela representa “una frustración profesional pero también esta frustración con el imperativo de desarrollarse”.
“Está como cansada de sentirse obligada a tener talentos y a cumplir su sueño”, dijo.
La historia de Lee no dista mucho de la realidad. En septiembre del año pasado The Associated Press publicó un reportaje extenso con Univision y el grupo ambientalista Sea Sheperd en el que se observaba de cerca embarcaciones pesqueras chinas en alta mar cerca de Sudamérica. De los 30 barcos observados de cerca, 24 habían sido acusados de abusos laborales o mostraban señales de violar la ley marítima.
En el reportaje también se constató que las flotas chinas pescan por meses e incluso años mientras llevan su carga a enormes embarcaciones refrigeradas con capacidad para más de 15.000 metros cúbicos de pescado, suficiente para llenar seis piscinas olímpicas, lo que suma a las violaciones de los derechos laborales una amenaza ambiental por sobreexplotación. De modo que el origen del pescado que llega a los consumidores (basta con revisar etiquetas en el supermercado para ver que la mayoría de los productos ofrecidos no son locales), turbio por las condiciones en las que se consigue, fácilmente se diluye.
“La ruta del pescado se pierde absolutamente, está súper desregularizado”, dijo Flores. “Seguir la ruta de donde viene es casi casi imposible”.
Pero agregó: “Me parece problemático echarle la culpa al consumidor cuando hay políticas públicas que debieran hacerse políticas globales en torno, no solamente a este tipo de industria, sino a migrar. ¿Qué significa que alguien pierda sus derechos sólo por cambiar de país?”.