El Santo Oficio: Inseguridad, la «papa caliente» entre Walton y Evodio

El Santo Oficio
Ángel Miguel Blanco
massiosare@msn.com

Ambos tienen razón, ambos están –aparentemente– limpios de pecados…

Luis Walton no tuvo poder sobre su policía municipal, actuó bajo el yugo de la Federación, lo mismo que actúa Evodio Velázquez Aguirre.

El pleito entre el gallo naranja del MC y gallito el amarillo del PRD no envía otro mensaje más que se trata de una farsa con tintes electorales: “El Movimiento Ciudadano quiere volver a gobernar Acapulco en 2018, y Evodio Velázquez sueña con la reelección y hasta la gubernatura del 2021”.

No obstante, tan deficiente fue el primero es cuestión de seguridad pública como lo es el segundo.

El “amarillo” se la ha llevado culpando al “naranja” de los errores heredados, pero el “naranja” regresa personalmente o a través de personeros la «papa caliente» con magistral revés que casi se le cree su inocencia.

En el terreno neutral no sabemos quién tiene más culpabilidad, si el que tuvo Acapulco sin policías durante casi todo su mandato porque el crimen organizado y la Federación así lo decretaban, o el que se hace el omiso para no lidiar con una policía sublevada y al servicio de los aparentes mismos intereses que la policía de su antecesor.

«LA HERMANDAD» Vs. EVODIO Y ACAPULCO

El 25 de julio de 2014, los medios de comunicación dieron cuenta de la captura de Alfredo Álvarez Valenzuela, ex director de Seguridad Pública del gobierno de Luis Walton Aburto, en la Ciudad de México.

Álvarez Valenzuela fue aprehendido con base a una orden federal por los delitos de «abuso de autoridad, desaparición forzada de personas y tortura». Fue recluido en el penal de Chilapa, pero cinco días después, el 30 de julio de ese mismo año, obtuvo su libertad por «falta de pruebas».

Coincidentemente, todos los miembros de la cofradía policíaca conocida como «La Hermandad», organización delictiva integrada por agentes policíacos federales al “servicio” del crimen organizado y el narcotráfico, según investigaciones del Centro de Información y Seguridad Nacional (Cisen) filtradas a la revista Proceso y otros medios de circulación nacional, siempre o casi siempre eran liberados cada vez que caían presos por delitos similares.

Álvarez Valenzuela, pese a que como comisario de la Secretaría de Seguridad Pública Federal (SPF) en Guerrero ya contaba con serias denuncias por abuso de autoridad, desapariciones forzadas y asociación delictuosa, fue siempre útil en el estado: «Fue el encargado del operativo «Guerrero Seguro» que participó en el desalojo violento de normalistas de Ayotzinapa que bloquearon la Autopista del Sol, el 12 de diciembre de 2011, en demanda de audiencia con el gobernador Ángel Aguirre, cuyo saldo fue de dos muertos y varios heridos por bando».

Como premio, Alfredo Álvarez Valenzuela fue designado, por mandato presidencial, secretario de Seguridad Pública de Acapulco el 14 de noviembre del 2013, justo cuando Luis Walton había hecho los mismos berrinches que Evodio, de oponerse a la designación de un mando federal como jefe de la policía municipal.

Ese día, en la ciudad de Chilpancingo, el gobernador Ángel Aguirre participó en la reunión donde el mismo comisionado nacional de Seguridad Pública, Manuel Mondragón y Kalb, anunció el decreto impositivo a favor de Alfredo Álvarez Valenzuela como secretario de Seguridad Pública en Acapulco. Luis Walton no tuvo más alternativas que acatar órdenes y cuadrarse.

La misma dosis de “cloroformo” le fue aplicada a Evodio Velázquez este mes, pero ahora con la ayuda de Héctor Astudillo Flores. Max Lorenzo Sedano Romero llegó a la Secretaría de Seguridad Pública de Acapulco con el mismo pasado polémico que Alfredo Álvarez Valenzuela y el objetivo de Sedano no era otro que reducir los índices delictivos y de violencia suscitados en el puerto, que a la llegada del nuevo secretario ya sumaba 330 homicidios, en promedio.

Pese a sus rabietas, Evodio Velázquez tuvo que ponerse a las órdenes de Miguel Ángel Osorio Chong, secretario de Gobernación federal y trabajar conjuntamente en la farsa, porque en la realidad se sigue haciendo lo que ordena la Segob… aunque los resultados del “experimentado” nuevo secretario sean un espejismo, pues la violencia va a la alza y, como admite Astudillo, el señor que sigue cobrando como gobernador, se ve complicado el “orden y la paz” tan publicitados durante su campaña, sobretodo en Acapulco.

Estas acciones e imposiciones federales justificaron a Luis Walton, en su momento, su falta de control de la Policía Municipal, y le siguen sirviendo a Evodio Velázquez para zafarse de la responsabilidad total para ponerle el ‘freno de mano’ a la violencia que impera en Acapulco.

Empero, las indirectas declaraciones extemporáneas de Alfredo Álvarez Valenzuela contra el alcalde de Acapulco, para responsabilizarlo totalmente de las infiltraciones de la policía a su cargo por parte del crimen organizado y el narcotráfico, se antojan dolosas, prefabricadas, y con claros matices electorales.

A leguas se palpa el ardid federal, que desde la llegada de Enrique Peña Nieto y el PRI a la Presidencia de México no ha ocultado su claro interés por devolverle a su partido el dominio del puerto guerrerense. Pareciera que el amigo personal de Peña Nieto, René Juárez Cisneros, sigue empecinado por llevar a su ex patrón de niñez, Ernesto Higinio Rodríguez Escalona, a la presidencia de Acapulco… no obstante que Ernesto ya ha demostrado la clase de perdedor político que es.

Lo malo de todo esto, es que Evodio Velázquez está cayendo en el juego sucio de sus enemigos, en su afán por desacreditar al político novel de extracción perredista para aplastarle sus aspiraciones a corto y largo plazo.
En lugar de sacudirse al batallón de la «lameculos» (es la palabra correcta, acorde a los tiempos) que lo blindan de la realidad política y social que vive Acapulco, el alcalde acapulqueño parece empeñado en crucificarse solo.

Pareciera que a Evodio le gusta jugar a la «ruleta rusa»… aunque la suerte no sea su mejor aliada en estos momentos.
Su ritual de seppuku o harakiri (suicidio) que pretende todos los días se le está complicando.

Su política omisiva, plagada de cinismos y mentiras, ya está cansando a la sociedad. Inclusive, sus propios admiradores han comenzado a apagar las veladoras de su altar.

Evodio despide a colaboradores inútiles y corruptos y los reemplaza por otros igual o peores, o hace como que los despide y después parece abrazados con ellos, como si se tratara de un juego de niños.

Pese a su trayectoria política, Evodio parece que está jugando a los políticos; Evodio no solo perdió piso, sino la brújula y el timón de su propio barco.

Se convirtió en el vocero de sus amigos, compadres, familiares y «lameculos» que lo tienen en «jaula de oro». Habla y actúa conforme le susurran… por eso tantos tropiezos.

Pese a que se autodenomina un alcalde honesto y transparente, como su antecesor, las nóminas oficiales dicen otra cosa: “Los salarios de sus amigos, compadres, familiares y hasta algunas amantes, no son acordes a la austeridad que pregona su gobierno, son salarios de ricos, mejor dicho, de narcos, porque les da para llevar una vida de lujos y derroche similar a los señores que les gusta gastar en abundancia en buen whisky, despampanantes mujeres y drogas caras”.
Es evidente que el «General» no tiene quien le escriba… muchos menos quién lo defienda sin pasiones ultras ni serviles, como lo hacen quienes tachan de “irresponsables” a quienes señalan los errores de su gobierno.
¡No es posible que a Evodio le estén orquestando una guerra sin cuartel desde Los Pinos, y nadie se apresta a auxiliarle!

El mismo gobernador Astudillo se vio «forzado» (entre comillas, porque seguro van a regañarlo) a rebatir las venenosas declaraciones de Alfredo Álvarez Valenzuela contra Acapulco.

¿Y Evodio?

¿Nadie le dijo lo que dijo Astudillo, en el Ocotito, el pasado domingo, al respecto?

¿Ni sus asesores?

¿A qué se dedican, entonces, además de andar gastándose los impuestos en antros, lujos, sexo, alcohol y drogas?
Héctor Astudillo fue claro al subrayar que Alfredo Álvarez Valenzuela quizá «relata una experiencia de cuando fue secretario»… ¡y tiene mucha razón, Astudillo!

Cuando Álvarez Valenzuela fue secretario de Seguridad Pública en Acapulco fue la peor era de la policía municipal y de la sociedad, a grado tal que – sarcásticamente– al mismo presidente, Luis Walton Aburto, les temblaban las mandíbulas al hablar del tema.

Fue la época en que murieron muchos agentes de Tránsito y policías, además de muchos ciudadanos inocentes, por cuestiones relacionadas con el crimen organizado.

Fue la época en que Acapulco simulaba un vertedero de la morgue y los ciudadanos se atrincheraban en sus casas para evitar una bala perdida o el fuego cruzado de las bandas rivales que se tiroteaban a plena luz del día.

Fue la época en que el único que diseñaba, operaba y administraba los designios de la seguridad pública de los acapulqueños era Alfredo Álvarez Valenzuela, quien rendía cuentas exclusivas a la Federación, pasando por alto el poder e investidura del presidente y nuestra propia Constitución.

Álvarez Valenzuela, como su antecesor, Jesús Cortés Jiménez, tampoco logró garantizar la seguridad de la ciudadanía, pues por su abuso de autoridad y hostilidad los policías optaron por declararse en huelga. Sin embargo, Luis Walton sencillamente no quiso lidiar directamente con el problema, enviaba a personeros a resolver sus asuntos, y así perdió su autoridad y prestigio como político. Solo su club de fan siguió manteniendo vivo su fervor.

Sí, Luis Walton logró cosas positivas a favor de los policías «buenos». Los mandó a cursos, les dio incentivos, pero la «mala hierba» se impuso y muchos de los buenos muchachos terminaron muertos, decapitados, descuartizados o encajuelados, otros más desertaron, y partir de entonces, en Acapulco impera la ley de la selva: «Los uniformados a lo suyo y la ciudadanía también, avocada a sobrevivir en el llamado Irak guerrerense».

Finalmente, de la misma forma fugaz que llegó se fue Alfredo Álvarez Valenzuela. Se volvió a saber de él cuando fue aprehendido, pero Acapulco, desde entonces, prácticamente ya no es el mismo… y se ve difícil que en seis años se recuperen la «paz y orden» perdidos, como bien admite Héctor Astudillo, el hombre que prometió restaurar la paz en Guerrero durante su gobierno que inició el 27 de octubre del 2015 y culmina en el 26 de octubre del 2021.
A Luis Walton y Evodio Velázquez no les queda otra alternativa que demostrar que Acapulco de veras les interesa.

Nada ganan acusándose (personalmente o mediante personeros) de pecados que ni son suyos ni van a poder resolver ellos o los partidos políticos que representan.

Deberían dejar las venganzas y revanchas políticas para otros tiempos.

Deberían pelear por sus aspiraciones políticas sin afectar a los acapulqueños.

Deberían esforzarse más por demostrar por qué motivos los ciudadanos debieran confiar de nuevo en ellos.

Acapulco no merece espectáculos banqueteros, demanda orden y paz.

Sr. Walton, Sr. Evodio… están a tiempo de aprender a convivir como humanos. Por favor, maduren, para que puedan ganarse honra y respeto sin necesidad de exhibir sus carencias o complejos políticos.

Obvio, sólo ustedes saben cuándo y cómo volverán a fumar la «pipa de la paz», apapacharse, aliarse y/o hacer de cuenta como que nada pasó.

Sin daños a terceros…

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