¡Nos lleva… San Astudillo y su Santa Recua!
] El Brujo Chiripero
«El recrudecimiento de la violencia (en el estado) no es (signo de) inseguridad».
— Roberto Álvarez Heredia, vocero oficial del Grupo Coordinación Guerrero (GCG) / DGCS, 18 de enero de 2017.
Osea, en «spanish», tal cual lo explica Mr. Robert, que si ven que las bandas del crimen organizado o el narcotráfico están protagonizando balaceras a diestra y siniestra no teman, no se sientan inseguros, salgan de sus casas como si nada, ; pasen tranquilos –inclusive– en medio de las balaceras, que al cabo se estan «chingando» entre ellos, las balas de los ‘malandros’ no les van a hacer daño… dichas balacaeras «no es inseguridad», asegura ‘nuestro’ vocero astudillista de ‘seguridad’.
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La fórmula mágica contra la violencia en Acapulco, según el MC
El Santo Oficio
Ángel Miguel Blanco
massiosare@msn.com
Creo que sí. Suena sarcástico, pero sí: Como que el diputado Ricardo Sóstenes Mejía Berdeja está usando al alcalde de Acapulco como “rating” electoral… y como que ya choteó señalando y criticando sin proponer soluciones en el tema de seguridad pública en el puerto.
Es tanta la aparente obsesión del diputado cohahuilense, Ricardo Mejía, por ser alcalde de Acapulco en el 2018 que se ha ‘tatuado’ a Evodio Velazquez hasta en el (tuétano) y a diario busca la forma de desprestigiarlo a fin de desdibujarlo del mapa electoral del 2018, año en que –con base a ley– el actual alcalde porteño buscaría la reelección como presidente, aunque antes tendrá que hacer un esfuerzo extra por demostrar que está apto para continuar tres años más en el cargo y en la simpatía de los acapulqueños, que se han colapsado con los nebulosos resultados en las promesas del perredista de hacer conducir a los acapulqueños hacia un “Acapulco mejor”.
No, no es que Jesús Evodio Velázquez Aguirre sea un genio ni un prototipo político, de alguna forma es culpable de los males que padece Acapulco, pero el PRD tiene en él a su carta más fuerte no solo para una reelección presidencial, sino hasta para la gubernatura del 2021… y el PRI, el PAN y el MC, los partidos más representativos en el puerto, lo saben, de allí la maquiavélica idea de ‘amafiarse’ para crucificarlo al precio que sea, con ayuda de algunos ‘judas’ de su propio partido.
Ricardo Mejía –que en su estado natal no goza de un historial intachable, como presumen sus aliados– ha hallado en Evodio Velazquez el origen de la violencia en Acapulco, olvidando que su propio partido, el MC, se cruzó de brazos y hasta dejo sin policías a Acapulco y que también su patrón, Luis Walton, se dejó intimidar por el crimen organizado y prefirió hundir la cabeza bajo tierra para no confrontar la realidad que heredó a Evodio Velazquez, a saber, un Acapulco hundido en la violencia, sin policías, y con una corporación controlada por el crimen organizado, como demuestran los hechos registrados en su gobierno.
Si el diputado Mejía fuera congruente, como presume, la emprendería también contra Manuel Añorve, contra Félix Salgado, contra Zeferino Torreblanca y hasta contra su patrón, Luis Walton, quien optó la salida fácil de lavarse las manos, culpar al gobierno federal por la falta de apoyo en materia de seguridad e irse sin preocuparse por la integridad de sus gobernados.
No, la violencia en el puerto no llegó con Evodio Velázquez, el “infierno” ya estaba cuando el actual alcalde perredista asumió la responsabilidad constitucional de administrar el destino de Acapulco desde el 2015 hasta el 2018.
Que Evodio ha fallado al no hallar la fórmula para hacer más para proteger a los acapulqueños, es cierto, pero igual ha fallado Enrique Peña Nieto y Héctor Astudillo, e igual falló Añorve, Zeferino, Felix y su patrón Walton… pero parece que para el diputado Mejía el único culpable se llama Evodio Velázquez.
A Evodio quizá le esté faltando asesoría para validar su postura en torno a la seguridad pública, y eso le ha costado tanta crucifixión. Pero la inseguridad en el puerto no es exclusividad del alcalde perredista: de acuerdo a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, garantizar seguridad a la ciudadanía es responsabilidad de los tres niveles de gobierno.
A Evodio quizá le falte valor para hacer valer la ley sobre Municipios Libres que rige a Acapulco, para actuar y poner orden sin necesidad de depender del estado y la federación, pero como el narcotráfico y el crimen organizado son asunto de seguridad nacional, Acapulco necesita del refuerzo estatal y nacional para combatir la Inseguridad, nuestras fuerzas policíacas no están capacitadas para enfrentar a delincuentes que los superan en número y armamento. Quizá a este aspecto se refirió Evodio al desatinar sus declaraciones en torno al narcotráfico y el crimen organizado, ¡pero qué bueno que ahora sí tiene un nuevo vocero que quizá le oriente a cometer menos errores mediáticos!
El diputado Mejia, lejos de estar ganando ‘rating’ nacional de índole electoral, bombardeando mediáticamente a Evodio por todos los frentes, debería adelantarnos qué haría él si fuera alcalde de Acapulco para combatir el narcotráfico y el crimen organizado en el puerto, no solo señalarnos al culpable, según su perspectiva, de la violencia que azora Acapulco.
Si algo hay que reconocerle a Zeferino Torreblanca, el verdadero padre de la violencia desmedida que azotó Guerrero a partir de su mandato (2005-2011), es que supo reconocer que no es lo mismo criticar que gobernar.
Torreblanca Galindo ganó popularidad criticando a Rogelio de la O Almazán (1993-1996), a Juan Salgado Tenorio (1996-1997), a Ángel Aguirre como gobernador interino (1993-1996), y a Manuel Añorve, ex presidente interino de Acapulco (1997-1999), principalmente. Gracias a ese “rating” electorero fue diputado federal y finalmente alcalde de Acapulco (1999-2002), donde halló la cordura y reconoció que no es lo mismo criticar que gobernar. Lamentó haber sido tan rudo con Rogelio de la O, con Manuel Añorve, con Ángel Aguirre y hasta con Rubén Figueroa Alcocer, a quien de “patán” no bajaba, pues una vez investido como presidente admitió que no era tan fácil combatir la corrupción como él pensaba, que no era tan fácil controlar a los amigos, a los compadres y a los familiares que se contaminaban con el abuso del poder y la corrupción.
Ricardo Mejía está desempeñado el mismo papel de Zeferino en la década de los 90; al igual que Torreblanca no aporta soluciones, pareciera que solo le interesa asestar el hachazo, ser juez, jurado y verdugo de quien supone es el rival más fuerte en sus ‘presuntas’ aspiraciones políticas por la presidencia de Acapulco.
Como legislador, el coahuilense debería hacer valer su fuero para exigirle al gobierno federal más respeto para el municipio que aspira gobernar. Debería comenzar por preparar el terreno donde piensa constituir su imperio aportando soluciones, pero parece que su egocentrismo le impide coadyuvar, pareciera que solo le importa ganar notoriedad, de lo contrario, como diputado, comprendería que su papel no es señalar, criticar, crucificar, sino también aportar.
No, Evodio Velázquez no nos ha pagado un solo centavo por hablar de este tema, si fuera Félix, Añorve, Zeferino o el mismo Walton el atacado por Ricardo Demóstenes Mejía Berdeja el análisis sería el mismo; la defensa es para Acapulco, para los acapulqueños, buscar culpables sin aportar soluciones no es ético, es de cobardes, de oportunistas.
Si hay culpables en la mala imagen de Acapulco no es solamente Evodio, son también los medios de comunicación que propagan las hazañas del crimen organizado y el narcotráfico, es de los diputados que no desempeñan su papel de legisladores, de los ciudadanos cobardes y sumisos que se quejan de todo pero tampoco exigen respeto y derechos que constitucionalmente les corresponden.
El problema de Acapulco tiene nombre y apellido. La violencia generalizada tiene licencia federal, se solapa desde Los Pinos, como bien acierta Andrés Manuel López Obrador. A nivel estatal la permite el estado con su sumisión servil a Miguel Ángel Osorio Chong, secretario de Gobernación federal, la máscara visible tras el Poder Ejecutivo de Guerrero… y como Evodio Velázquez pertenece al PRD, a él le corresponde ser la víctima al verse descobijado de todo proteccionismo político estatal y federal.
Seguramente el legislador Mejía sabe que contra el narcotráfico y el crimen organizado se requiere de la coordinación de los tres niveles de gobierno, no solo de uno. Estamos seguros que como diputado sabe que los asuntos de seguridad nacional corresponden al Gobierno Federal, con el auxilio de las fuerzas estatales y municipales, por ese motivo suena ridículo que le exija a un presidente erigirse en Rambo o Supermán para acabar él solo con un problema que compete a tres y que, lamentablemente, tiene la “bendición” –entre comillas– de una fuente más allá que la municipal.
Que no se incomode el diputado Mejía, no estamos en su contra. Ha tenido aciertos en casi todos sus puntos de vista, solo necesita ser más congruente al criticar, al erigirse en juez, jurado y verdugo de un presidente que netamente requiere de la ayuda de todas las fuerzas del país para medio afrontar un problema que él no originó, pero que tampoco puede omitir.
Qué bueno, insistimos, que Evodio Velázquez está estrenando vocero.
Ojalá José Luis Méndez Rodríguez pueda conducirlo por la senda mediática correcta, ya que hasta Luis Walton cometió errores fatales en sus declaraciones y no lo crucificaron tanto como al actual alcalde… bueno, al menos siempre tuvo a Ricardo Castillo, su vocero, para expiarlo de inmediato de sus declaraciones fallidas.
¿Recuerdan cuando habló de las españolas violadas en Barra Vieja y dijo que “la violación a turistas es un hecho que ocurre en todo el mundo”? ¿Recuerdan cuando dijo que guardaba la esperanza de que “los 43 muchachos que perdieron la vida aparezcan con vida”?
Sí, no hay políticos perfectos, y de eso Mejía Berdeja debería estar consciente.
Olvidemos que Evodio Velázquez gobierna Acapulco, preocupémonos por Acapulco.
A Evodio exijámosle más responsabilidad en su encargo popular, y señalemos sus errores sin recurrir a los peyorativos soeces, pero hay que admitir que la violencia en Acapulco no es autoría del alcalde perredista.
Si de buscar culpables se trata, recordemos que fue Héctor Astudillo que prometió “orden y paz” para Guerrero si votaban por él. Ha gobernado Guerrero ya casi seis meses, y ni siquiera se ve una verdadera señal de esa promesa que por lo menos disminuya los índices delictivos del estado, más bien, no hay día en que en Guerrero no se computarice una muerte con violencia en cada rincón del estado… y el diputado Mejía no la emprende contra Astudillo, a quien constitucionalmente corresponde la seguridad de todos los guerrerenses.
Evodio comenzó a barrer la casa, ¡qué bueno que parece que se ha dado cuenta de que basta ya de tanta “vida loca” y de que es tiempo de ejercer su responsabilidad! Solo que no olvide Evodio que por decreto “todo lo que ocurre en Acapulco es responsabilidad del presidente” y que no puede escudarse en la falta de apoyo federal para lavarse las manos y dejar de ejercer su autoridad y de cumplir con sus gobernados todo lo que le confiere la Constitución local, seguridad pública, ante todo.
Hay voces que insisten que dejemos trabajar a Evodio y a Héctor antes de exigirles resultados. Mitad verdad, mitad mentira. Los políticos deberían estar conscientes de sus responsabilidades constitucionales antes de cristalizar sus “calenturas electorales”.
Está correcto Mejía Berdeja al señarla que Evodio está evadiendo algunas de sus responsabilidades, pero ¿por qué no nos dice el coahuilense qué haría él si fuera presidente de Acapulco? ¿Qué fórmula mágica oculta bajo la manga para acabar con la violencia en Acapulco? ¿Qué fórmula ha descubierto para cumplir la promesa que Astudillo no puede, la de devolverle a Guerrero el “orden” y la “paz”?
¡Eso estaría fabuloso!
Tan fabuloso que nadie dudaría en darle el voto como futuro presidente de Acapulco en el 2018.
Que quede constancia: Este artículo no pretende darle la razón ni la expiación al presidente perredista acapulqueño, muchos menos hacer menos los señalamientos del diputado Ricardo Mejía contra Evodio Velázquez. Es un análisis reflexivo de corte periodístico y no necesariamente toda la verdad ni toda la razón en torno al conflicto entre dos políticos confrontados por el tema de la seguridad pública en Acapulco. Quien tenga algo que añadir, que lo hago asumiendo su propia responsabilidad. Este es nuestro personal punto de vista.
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