Sheinbaum/AMLO | Encuentre las 7 diferencias
Ayer conversaba con mi hermano Brozo sobre cómo el gobierno de Claudia Sheinbaum era como aquel juego de encontrar las 7 diferencias entre dos imágenes que parecen idénticas. Que había que hacer un gran esfuerzo para hallar las cosas que no eran iguales entre su mandato y el de su antecesor, (Andrés Manuel) López Obrador.
Brozo y yo ya no abundamos. Pero quiero destacar las diferencias porque me parece que vale la pena -por lo menos al arranque de esta administración- valorar los matices, con la esperanza (francamente tenue, la verdad) de que se acentúen, en vez de que se difuminen conforme la realidad siga ofreciendo sus agrios sabores al gobierno entrante.
1.- Economía. La presidenta Sheinbaum no ha mentido con eso de que no hay deuda ni habrá. Dejó claro que habrá y prometió que será manejada responsablemente. AMLO aumentó la deuda en 7 billones de pesos y hasta el último día lo negó. Dos Bocas está borrada del discurso oficial. Ya no inventan que funciona, ni que es una gran idea que salvará al país. Bueno, ni la mencionan. La presidenta tampoco ha salido con el cuento de que rescatamos Pemex ni con el sueño guajiro de que vamos a producir 2.5 millones de barriles diarios. De hecho, la topó en el realista 1.8 millones
2.- Seguridad. El mantra “Abrazos no balazos” ha sido erradicado del discurso oficial. Es significativo, considerando que la presidenta se dedica a repetir las mismas frases de López Obrador en prácticamente todos los temas de la vida pública. En todo el mundo, “Abrazos no balazos” se interpretó como la confesión de una colusión entre el narco y el gobierno.
3.- Política. Regresó la educación, al menos el trato civilizado. Lo cortés no quita lo valiente, dicen por ahí. En la toma de posesión, la presidenta Sheinbaum saludó de beso a la presienta de la Suprema Corte, Norma Piña. López Obrador no la volteó a ver ni la saludó. Sheinbaum igual va a destruir el Poder Judicial, la diferencia es el mínimo de civilidad, de educación. El ejemplo contagia: ya hasta Noroña es civilizado con ella. En la ruta del trato civilizado, la mañanera ha dejado de ser el ventilador nacional de la bilis presidencial.
4.- Modernidad. Aparecen -y con cierto peso- algunos conceptos que no existían en el glosario del sexenio anterior: tecnología, mundo digital, energías renovables. Falta ver que se traduzcan en cosas concretas.
5.- Víctimas. Frente a la primera masacre del sexenio, ya no vimos a un presidente poniéndose de víctima él y diciendo que todo es para perjudicarlo, sino a una presidenta cuyo primer impulso fue empatizar con las verdaderas víctimas. Pasamos de un presidente que reacciona tachando de zopilotes a sus rivales, a una presidenta que ordena castigo a los responsables.
6.- Salud. La Megafarmacia desapareció del discurso. En su lugar, se plantea abrir farmacias en las sucursales del Banco del Bienestar. Es un reconocimiento tácito de lo que fracasó.
7.- Mujeres. Prometen revivir las escuelas de tiempo completo. Su desaparición fue un capricho de AMLO con fines partidistas. Perjudicó a muchas madres de familia. Se promete enmendar ese error.
Sí. Puedo ocupar páginas enteras enlistando las cosas en que son iguales. Cuesta trabajo encontrar las diferencias -como en las dos imágenes de la trivia-, pero las hay. Es cierto: apenas va una semana. A ver si las diferencias se acentúan o se desvanecen.
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En su quinto año de gobierno, AMLO busca garantizar su continuidad en el poder
» CARLOS | LORET DE MOLA
) The Washington Post
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), entra a su quinto y penúltimo año de gobierno instalado en un modo de campaña electoral. Sus palabras, sus acciones y sus políticas de gobierno están abiertamente dirigidas a ganar la elección presidencial del verano de 2024. Tiene una sola prioridad: garantizar, con sus decisiones y acciones electorales, su permanencia al mando del país, aunque ya vivirá en la comodidad de su rancho. Por si quedara duda, hace unos días encabezó una marcha multitudinaria —nutrida con el acarreo de participantes a cambio de dinero— que lo devolvió al lugar donde se siente como pez en el agua: el mitin.
Durante su cuarto año de gobierno, López Obrador dio el banderazo de la carrera por la candidatura presidencial de su partido, Morena. Fue nombrando e impulsando a quienes están compitiendo por la candidatura. Después los animó a recorrer el país, les entregó un discurso que ellos se limitan a repetir y hasta les armó la marcha del domingo 27 de noviembre, la más importante movilización política del oficialismo, que él encabezó mientras era flanqueado por los aspirantes a sucederlo.
En el quinto año, él tomará la decisión de quién será la candidata o candidato presidencial de Morena. Durante los meses previos ha quedado claro que ninguna de sus opciones —“corcholatas”, les llama a Claudia Sheinbaum, Adán Augusto López y Marcelo Ebrard— lo empata en conexión con la gente ni capacidad de emocionar. Ninguno tiene, ni cerca, las virtudes que llevaron al propio AMLO al poder. Por eso el presidente ha mandado cada vez más señales de que será él mismo quien se ponga al frente de la campaña, para que el electorado piense que sigue votando por él, aunque en las boletas aparezca otro nombre. Al final, lo que importará es que será él quien estará detrás del siguiente gobierno.
No será éste su único reto electoral. Tendrá que atender también la amenaza de rompimiento en las filas de Morena. De entrada, el recurrente amago de salida del poderoso coordinador de los senadores, Ricardo Monreal, quien ha querido ser incluido en la lista de presidenciables aunque AMLO siempre lo ningunea. Monreal parece estar más afuera que adentro de Morena y, si se cristaliza su salida, será una primera ruptura.
Al mismo tiempo, la oposición empieza a dar señales de vida. Los partidos rivales se han reagrupado y hablan de presentar una candidatura de unidad. Hasta el momento, se han mantenido como un grupo sólido en el Congreso para votar en contra de la reforma electoral que propuso el presidente y ya empezaron a presentar ante la opinión pública a algunas de sus figuras que quieren buscar la presidencia. Para nada es que entusiasmen, pero al menos ya se mueven, cosa que no había sucedido en los años pasados.
La sociedad civil se mantiene como el mayor contrapeso a las pretensiones autoritarias del presidente: la marcha que organizó AMLO para respaldar a su gobierno fue en respuesta a una manifestación en favor del Instituto Nacional Electoral, que también juntó a cientos de miles de personas en las calles. En gran medida fue una marcha contra el presidente y eso caló hondo en Palacio Nacional, le puso sabor a la sucesión presidencial y despertó una necesidad adolescente en López Obrador de demostrar su propio músculo de inmediato.
La marcha contra la reforma electoral le demostró al presidente que existe rechazo a su gobierno, que los agraviados por su administración se están organizado y que 2024 no será el paseo por el parque que imaginaba. Con más razón se va a volcar ahora a hacer campaña, un lugar donde se le ve feliz. Es su elemento, lo que le gusta, donde se encuentra pleno. La campaña es como el noviazgo y el gobierno es como el matrimonio: el presidente es un crack en lo primero y un fracaso en lo segundo.
La situación del país en este año es más crítica que al inicio de la presidencia de AMLO, en diciembre de 2018, y sus compromisos más importantes han sido incumplidos: según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, México pasó de 44 a 45 millones de personas en pobreza en el gobierno de López Obrador; también hay más personas sin atención en salud, sin cobertura médica y con desabasto de medicamentos. Hay mayores niveles de violencia, los escándalos de corrupción han llegado a su familia y las perspectivas de crecimiento económico para 2023 son menores a las de este año.
Pero gobernar no es lo que preocupa al presidente. Eso se lo ha encomendado al Ejército, el súper poder en una administración que se dice de izquierda. Mientras López Obrador está en campaña, el Ejército gobierna. El templete es el lugar donde a AMLO se le permite radicalizarse sin oposición, donde su discurso polarizante es bien recibido, donde puede lanzar acusaciones sin consecuencias. Le sale bien. Que del país se ocupen otros mientras él se hace cargo de las siguientes elecciones presidenciales.
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Loret | AMLO minimiza revelaciones de Guacamaya, pero son gravísimas
CARLOS | LORET
) Washington Post
Carlos Loret
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), ha intentado minimizar el hackeo masivo a la Secretaría de la Defensa Nacional por parte de los hacktivistas Guacamaya, que expuso miles de documentos confidenciales y arrojó luz sobre actividades que el gobierno había querido esconder.
Desde que dimos a conocer este hecho, hace casi un mes, el mandatario no ha aceptado la gravedad de la vulneración histórica: dice que el hackeo no expuso nada grave, que no es noticia, que ya a nadie le importa… pero sigue teniendo que hablar casi todos los días del asunto, porque regularmente hay una nueva revelación que deja en entredicho a su administración.
Hay más de seis terabytes hackeados y el cúmulo de documentos que han sido expuestos hasta ahora han evidenciado cosas gravísimas. La primera es la alianza del crimen organizado con el régimen de AMLO. El ejemplo más contundente son los informes de inteligencia del Ejército que señalan que, durante la gestión de Adán Augusto López como gobernador de Tabasco, el hoy secretario de Gobernación y aspirante a la presidencia, entregó el control de los órganos de seguridad pública al Cártel Jalisco Nueva Generación. La información no proviene de una investigación periodística, una denuncia de un partido de oposición ni de una organización no gubernamental: es el Ejército implicando con el narco al número dos del gobierno federal mexicano.
La segunda es que en México el presidente está al servicio del Ejército, no al revés. Lo que los militares analizan, diagnostican y plantean es lo que AMLO ofrece como sus propias opiniones y rutas de solución a los problemas. El presidente queda como una mera correa de transmisión de los intereses militares.
La publicación de la información confidencial ha ido desmontando una a una las frases más emblemáticas del presidente. Su gobierno se ha construido sobre su gran capacidad de popularizar lemas pegajosos detrás de los que esconde sus errores y fracasos: mantras que repite incesantemente para tratar de dominar la narrativa política y tratar de hacerlas pasar por verdades.
AMLO dice que el lema de su gobierno es “no mentir, no robar y no traicionar”. Los Guacamaya Leaks evidenciaron que el presidente mintió sobre su estado de salud: escondió hospitalizaciones de emergencia y las disfrazó de chequeos de rutina. Y sobre la terminación en las obras del Tren Maya, una de las obras icónicas de su gobierno: en los informes del Ejército se señala que es muy complicado que sea concluida a tiempo.
AMLO ha dicho que el nuevo Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles es el mejor de América Latina. Pero en los documentos filtrados se reconoce que opera con pérdidas multimillonarias y que solicitó un subsidio de 2,600 millones de pesos (130 millones de dólares) para operar en 2023. En otro informe se afirma que el nuevo aeropuerto de Tulum no será atractivo para turistas y aerolíneas si no hay más hoteles en la zona, lo cual contradice la narrativa oficial.
Las filtraciones también contradicen al presidente sobre no robar: el Ejército revisó el proceso de construcción de 17 sucursales del Banco del Bienestar, nada más en la Ciudad de México, y detectó irregularidades por casi 20 millones de pesos. Es decir: sí mienten, sí roban y sí traicionan.
A López Obrador le gusta repetir “no somos tapadera de nadie”. Pero los documentos revelan nexos de Adán Augusto López, funcionarios de la empresa Pemex y miembros de la Guardia Nacional con una red de traficantes de combustible robado. Además, el Ejército señala a gobiernos estatales y municipales de Morena vinculados con el narcotráfico. No ha habido una sola renuncia tras las revelaciones y el presidente ha salido a defender al secretario de Gobernación. Así que sí es tapadera.
El presidente insiste en señalar que su gobierno “no espía a nadie”. Pero el Ejército espió a grupos feministas, activistas y hasta universidades. A las colectivas feministas, que irrumpieron hace unos años con gran poder y legitimidad en la escena nacional, las catalogó como una organización de “amenaza media-alta”, incluso mayor que la red terrorista Al Qaeda. Hay “seguimientos” también a embajadores, legisladores y gobernadores. Y paralelamente se supo que contrataron el software espía Pegasus para ingresar a los teléfonos celulares de periodistas y activistas.
Cuando el presidente dice “no somos como los de antes” es para intentar diferenciarse del abuso del poder en sexenios pasados. Pero los documentos revelaron que a su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller, una patrulla costera de la Marina la cuidó mientras realizaba actividades acuáticas recreativas durante unas vacaciones que pasó en un hotel de Grupo Vidanta, cuyo dueño es amigo del presidente. También mostraron los tratos especiales del Ejército que han recibido legisladores y dirigentes del partido oficialista Morena; los 18 militares que tiene como escoltas el director de Pemex, Octavio Romero; y cómo el Hospital Central militar es usado como clínica VIP de la clase política obradorista. “Ya no hay lujos en el gobierno”, dice AMLO, pero el secretario de la Defensa, Luis Cresencio Sandoval, compra regalos carísimos para sus allegados.
López Obrador lleva todo el sexenio diciendo que el Ejército ya no viola derechos humanos. Pero los informes relatan abusos sexuales de mandos contra su tropa, la “Operación limpieza” para exonerar a los militares de la desaparición de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, y los vínculos de soldados, marinos y guardias nacionales con delincuentes.
El hackeo de Guacamaya ha hecho una radiografía que muestra un gobierno sucio e ineficaz. López Obrador también repite mucho que “en este país, el presidente se entera de todo”. Si es así, entonces él es cómplice de lo que sucede. Por eso es lógico que prefiera minimizar el impacto del hackeo: es puro instinto de supervivencia.
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