Félix: ¡hasta aquí llegaste!
» María Elena Pérez-Jaén Zermeño.
| Twitter: @MElenaPerezJaen
] Consultora y ex Comisionada del IFAI.
Conocí a Félix Salgado Macedonio el 22 de mayo de 2008.
Él era Presidente Municipal de Acapulco, yo era Comisionada del Instituto de Transparencia del Distrito Federal. Amarga experiencia.
Nos habíamos reunido una gran parte de los comisionados y consejeros integrantes de los institutos garantes de la transparencia y del acceso a la información con motivo de la VIII Asamblea Nacional Ordinaria de la Conferencia Mexicana para el Acceso a la Información Pública (Comaip), en el puerto de Acapulco.
La anfitriona era la Comisión Estatal de Transparencia del Estado de Guerrero.
Ese día por la mañana, y en presencia de todas las autoridades estatales, el Alcalde Salgado Macedonio nos dio la bienvenida. Al terminar el evento de inauguración, uno de los comisionados me lo presentó: “Ella es del Instituto del Distrito Federal y fue la que tuvo el conflicto con López Obrador por la transparencia”.
Él respondió: “Mucho gusto. Esta noche nos vemos en la cena que les ofreceré en el Hotel Crowne Plaza. Les tengo una sorpresa”.
Ya estaba enterada de su errática conducta y, especialmente, nos advirtieron de su trato acosador hacia las mujeres, e incluso violento.
Cómo olvidar el hecho bochornoso, el 2 de septiembre de 2000, siendo Diputado federal y agrediendo a policías totalmente alcoholizado.
Cuando finalizó la cena, empezó un espectáculo de travestis y, en ese momento, apareció Salgado acompañado de un grupo de guardaespaldas.
Llegó en estado inconveniente y se dirigió al lugar donde me encontraba con otros colegas.
Una de las comisionadas se acercó a saludarlo y la prendió de la cintura atrayéndola de manera brusca hacia él, dándole un beso.
El resto nos pusimos en guardia. Él se dirigió hacia mí, pero dos colegas -el consejero de Chihuahua, Fernando Bencomo, y el de Morelos, Eleael Acevedo– le cerraron el paso y sólo le extendí la mano.
Un poco más tarde, se acercó un emisario de parte de Salgado invitándome a pasar a su mesa ya que quería tomarse una copa y hablar conmigo. Denegué, por supuesto, la invitación.
El mensajero insistió y el consejero Acevedo se enfrascó en una agria discusión con el proxeneta de Salgado. Decidimos abandonar el lugar. Era una manera segura de ponerle un “hasta aquí”.
La vida pública de Salgado ha estado marcada por los excesos y los escándalos. Su conducta nunca ha sido mesurada. Sus resultados en Acapulco estuvieron manchados de sangre por un crimen organizado metido hasta la cocina.
Así también, por sus intervenciones como legislador -Diputado y Senador- y en cargos públicos podemos asegurar que solamente reúne el 10 por ciento de capacidad y, suponiendo que tuviera el 90 por ciento de lealtad (hasta le compuso al Presidente la “Cumbia del Peje”, por la que ganó un disco de platino), aún eso no sería suficiente para que el titular del Ejecutivo federal utilice el matinal púlpito presidencial para defenderlo.
Ya sabemos que el Presidente no se conmueve con nada, ni con los niños enfermos de cáncer que dejó sin medicinas, ni es empático con los problemas de las mujeres a quienes les canceló el servicio de guarderías.
Él solamente usa y engaña a las personas, como lo ha acreditado con su conducta, por lo que deberíamos exigirle que cumpla con supalabra.
Ésa que Andrés Manuel López Obrador les dio a las feministas en su campaña de que “jamás solaparía a pedófilos, feminicidas y violadores. Que el suyo sería un Gobierno para las mujeres o no sería”, tal y como se lo recordó hace unos días Lydia Cacho en Twitter.
Podríamos entender la postura del Presidente de no querer juzgar a priori a Salgado si viviéramos todos, como él lo hace, en esa fantasía de país que denomina “Dinamarca”. Sin embargo, nosotros vivimos en México y nuestra realidad nos indica que la violencia contra las mujeres va en aumento.
De acuerdo con lo declarado por Patricia Olamendi, abogada de la organización Nosotras Tenemos Otros Datos, en 2020 se aperturaron 600 carpetas de investigación por el delito de violencia familiar, cada dos horas y media una mujer fue asesinada, violaron a dos mujeres cada hora.
La violación sexual, así como el abuso sexual, son los delitos que menos se denuncian. Se tiene un promedio de sólo ocho denuncias por cada 100 víctimas.
Con estos datos, terriblemente duros, uno esperaría que el Presidente actuara con mano dura contra este flagelo que azota a México y aplique las políticas públicas tendientes a proteger a las mujeres de la violencia.
Pero, ante la ausencia de un estadista en nuestro país, no nos debe sorprender que el jefe mayor de la camarilla le ponga las botellas de cognac en la mesita de noche al depredador.
Quiero hacer eco de aquellas miles de mujeres que se encuentran profundamente heridas y ofendidas por la decisión necia del Presidente López Obrador de respaldar a Salgado.
La esperanza es que, siempre que nos ha faltado Gobierno en México, como sociedad civil hemos salido a poner cara y a actuar, como supongo que lo haremos este próximo 8 de marzo.
Y es por eso que le digo de nuevo: Félix: ¡hasta aquí llegaste!
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