¿Y ahora, quién podrá defendernos?
El Santo Oficio
Ángel Miguel Blanco
massiosare@msn.com
No, Florencio no es un político brillante, es un hombre inteligente, pero políticamente ha dejado mucho que desear.
La prensa magnificó su persona, le dio la imagen que no le corresponde, y eso es lo que hace suponer a Florencio que es importante, que se le debe ministrar, sobretodo porque se creyó el cuento de que en un futuro cercano será el reemplazo de Astudillo.
Como buen priísta, Florencio Salazar Adame tiene como mayor mérito haber crecido a la sombra de José Francisco Ruiz Massieu, de quien imitó las poses, pero se quedó corto en talento.
Es esto, quizá, lo que ya en su etapa senil lo ha llevado a cometer yerro tras yerro.
«Alguien» magnánime quiso jubilarlo decorosamente… pero lo colocó en una Secretaría General que le quedó grande, como la gubernatura a Héctor Astudillo, quien sencillamente «ya no quiere queso, sino salir de la ratonera»… ¡y eso que apenas comienza!
Dicen, quienes lo defienden, que los guerrerenses debemos darle tiempo al gobernador en turno para que demuestre su capacidad.
Nadie duda de la capacidad de Héctor. Todo de lo que es capaz ya lo ha demostrado.
Como presidente municipal, como diputado local y federal, como Senador, Héctor ha demostrado que es capaz de hacer lo mismo que cualquier otro político rapaz, simulador, oportunista, soberbio y convenenciero, de su partido. Es buen alumno, aprende rápido, aunque en la práctica le fallen casi siempre las «tácticas» de sus grandes maestros.
Héctor cree que gobierna constitucionalmente, cuando solo suplanta a quienes detentan el verdadero poder del estado.
La administración de la política interna está a cargo de un hombre al servicio de René Juárez, tal como la imagen pública del «ejecutivo» a cargo de una mujer que solo obedece órdenes de Manuel Añorve. A Héctor solo le resta obedecer y guardar las poses. Es la estrella de la carpa, si no obedece, de sobra sabe que ya hacen fila para sustituirlo.
Quienes defienden a Héctor olvidan que no se le critica arteramente. Héctor sabía la clase de estado que buscaba gobernar. Debió traer un «Plan B» y hasta un «Plan C» bajo la manga para dar resultados no en cien días, sino tan pronto como se pudiera; para eso se preparó, para eso hizo campaña, para eso es guerrerense, para eso ha parasitado de los guerrerenses por más de dos décadas… debió saber a qué le tiraba con la gubernatura.
A Héctor se le puede perdonar que no de «pie con bola», lo que no puede perdonársele es que haya sido tan mentiroso al ofrecer «un gobierno libre de corrupción y nepotismo» cuando corrupción y nepotismo es lo que más campea en su gobierno. A Héctor no puede perdonársele que no pueda poner orden en Guerrero. Debió haber sido mas cauto al ofrecer soluciones fuera de su capacidad política.
Apenas recién gobierna y a Héctor ya se le escapa el orden de las manos; sus propios subordinados lo tienen contra la pared, sin que pueda decir nada, porque quienes se le rebelan obedecen a otros amos, no a Héctor Astudillo.
El conflicto de Florencio Salazar Adame con la prensa es una señal de alerta que Héctor debió haber atendido cuanto antes. Pero este es solo un ejemplo del poder que detenta quien aparece en la nómina oficial del estado como «gobernador de Guerrero».
Florencio Salazar no es un político brillante, es un «chapulín» con suerte y fama; su talento sigue estando en entredicho.
Haber sido secretario de la Reforma Agraria con Vicente Fox y embajador de México en Colombia con Felipe Calderón, ambos del PAN, no lo hace un político destacado; la mayoría de esos puestos son por consigna, no por talento.
El mayor mérito político del actual secretario general de gobierno es haber sido leal devoto del ex gobernador José Francisco Ruiz Massieu, a quien despúes de muerto venera más que los santos. De allí, no hay otra hazaña que destaque su brillantez política.
Florencio Salazar Adame, después de haber sido diputado local y federal por el PRI, se vio forzado por sus intereses a jurarle lealtad al PAN durante doce años, pero regresó de nuevo al PRI tras «descubrir» que Acción Nacional «est(aba) hundido entre las ambiciones personales de sus dirigentes» y que en Guerrero, «el Comité Ejecutivo (del PAN) se utiliza(ba) como moneda de cambio». ¡Qué descubrimiento!
Obvio… Florencio regresó al PRI, el partido más odiado por los mexicanos, porque los tiempos del PAN habían terminado; porque de la mano de Enrique Peña Nieto el PRI recuperaba el poder y Florencio no quiso hundirse con los perdedores, aunque fue uno de ellos al renunciar al PRI que le había dado todo: fama, fortuna y maestros priístas de los que dice sentirse satisfactoriamente orgulloso.
Sin embargo, su reencuentro con el poder parece haberle averiado sus facultades seniles. Lejos quedó el Florencio Salazar tan afamado, tan distinguido, tan respetado, tan venerado, tan populoso entre la prensa.
Sin embargo, pareciera que Astudillo sigue perdido en el Limbo. Sus subordinados no le obedecen, no lo respetan, y lo que es peor, ya comenzaron a relegarlo.
Sí, ¡y eso que apenas comienza!
Para nadie es un secreto que todos estos tropiezos, lejos de molestar, convienen a los intereses de quienes operan tras el poder de Astudillo. Por eso es que Florencio actúa independientemente de Héctor. Por eso es que a Érka Lhürs Cortés, directora de Comunicación Social, no le interesa si la imagen de Astudillo es buena o mala, si la relación del gobernador con los medios es cordial o se torna tensa: a ella, como a Florencio, lo que le interesa, es estar siempre bien con quien le dio la «chamba» y la ha mantenido amamántandose del erario público durante casi dos décadas. Punto.
Esto es lo que deben tener presentes quienes defienden a Astudillo, que no es que los guerrerenses duden de su capacidad, sino de su falta de autoridad y poder para imponer orden en Guerrero. ¿De la paz? ¡Ni se diga! Ni la ONU ha podido establecer la paz en el mundo, desde 1945.
Lo que «molesta» de Héctor Astudillo no es que sea el «muñeco de cuerda» de René Juárez y Manuel Añorve, sino que mienta, que se burle de los guerrerenses, ofreciéndoles soluciones y cambios que desconoce o sencillamente parecen estar fuera de su jurisdicción y autoridad ejecutiva.
Está a tiempo Héctor de enderezar su gobierno infestado de corruptos, de bandidos, de filibusteros, de oportunistas y familias enteras cobrando sin trabajar.
Sabemos que Héctor no es el mesías que traerá orden paz a Guerrero… ¡puede estar seguro que los guererenses sabrán perdonarle esos disparates de campaña! Lo que no podrían perdonarle son tantas mentiras y promesas profanas en tan poco tiempo; tanta corrupción y nepotismo en tan poco tiempo.
O Héctor recobra su lucidez mental o empaca maletas, pues no puede seguir jurando que es un hombre de palabra y un gobernante con alternativas cuando los hechos le refutan lo contrario diariamente.
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