AMLO a gobernadores priístas: «Apoyen a Alito»
Martín Moreno
] @_martinmoreno
Atrabancado, ensoberbecido por haber llegado a la Presidencia después de dos fracasos, Andrés Manuel López Obrador no quiere, ni de lejos, contrapesos ni oposición. Ya se ha encargado de mermar a organizaciones civiles recortándoles presupuesto; a la Comisión Reguladora de Energía, a cuyo presidente no se cansó de hostigar hasta que renunció; a la CNDH – a la cual despreció públicamente hace unos días-, y a todo aquel que se atreva a contradecirlo bajo una figura – insistimos- de dictadura populista, donde solo cuenta la voluntad de un solo hombre, con todos los riesgos que ello conlleva. Con sus traumas, obsesiones y caprichos personales.
Pero AMLO quiere más.
Quiere, nada menos, que tener a su disposición… ¡al PRI!
Sí, tener controlado al partido al que algún día perteneció y que hasta un himno político le cantaba. Aquel PRI de los setentas al que tanto añora y adora López Obrador y algunas de cuyas prácticas de gobierno han encarnado en la mal llamada Cuarta Transformación. El mismo priato echeverrista del cual se nutre gran parte de la ideología socializante de AMLO, con un marcado corte castrista y que él y sus fanáticos en el gobierno practican y predican. (Allí está el caso del monero Rafael Barajas, El Fisgón, director del Instituto Nacional de Formación Política de Morena, donde se adoctrina a las juventudes morenistas, tal como se hacía en Cuba con las juventudes comunistas).
¿Cómo pretende el ex priista López Obrador controlar al PRI?
Sencillo: influyendo en la designación de su nuevo presidente.
Y por ello, durante la reunión del pasado miércoles 5 de junio en Palacio Nacional, AMLO les dijo directamente, sin rodeos:
– Quiero que apoyen a Alito (Alejandro Moreno), para la presidencia del partido...
Los gobernadores priistas no daban crédito a las palabras de AMLO, quien no bromeaba. Pedía a su ex partido, a aquel al que ha calificado como “la mafia del poder”, a su odiado enemigo político, que apoyara a un candidato que cuenta con la simpatía y bendición presidencial.
Alito (le apodan Amlito por su cercanía con el tabasqueño), el joven Gobernador de Campeche, es el candidato de AMLO para ser nuevo presidente del PRI, y así se lo propuso a los gobernadores del tricolor, en un lance tan astuto como inesperado.
Pero eso no fue todo. A la propuesta, se sumó una amenaza.
AMLO les advirtió también que aquel Gobernador del PRI que no apoyara a Alito se atendría a las consecuencias, y que de darse un rechazo, entonces no les extrañara que tuviera una repercusión negativa en sus respectivos presupuestos estatales.
De ese tamaño fue el apretón.
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En la reunión con AMLO estaba Alejandro Moreno, el señalado y ungido por el dedo presidencial para la presidencia del PRI. Nada dijo.
También, sorprendidos pero sin reclamar nada, los gobernadores de Oaxaca, Alejandro Murat; de Hidalgo, Omar Fayad; de SLP, Juan Manuel Carreras; de Tlaxcala, Marco Mena; de Coahuila, Miguel Riquelme; de Guerrero, Héctor Astudillo, y de Colima, José Ignacio Peralta.
La única que mostró su inconformidad abierta con la innegable injerencia de AMLO en el proceso sucesorio del PRI, fue la Gobernadora de Sonora, Claudia Pavlovich.
Los demás, callados.
¿Para qué quiere AMLO controlar al PRI a través de Alito Moreno?
Por una razón de cálculo político: para seguir teniendo un aliado legislativo cuando a AMLO se le antoje modificar la Constitución, sabedor de que a pesar de todos sus errores y divisiones, el PAN se erigiría como la única oposición real a su mandato y jamás contaría con su apoyo. Para eso necesita López Obrador al PRI.
Un PRI, vía Alito, para ser manejado desde Palacio Nacional.
Un PRI supeditado a la manera y costumbres de López Obrador.
Un PRI – quién lo dijera- como parte de la mal llamada Cuarta Transformación de AMLO.
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Soy de los que piensan que el PRI jamás debe regresar al poder presidencial en México. Su ciclo histórico debe cerrarse y nunca volver. Ya ha hecho demasiado daño.
Empero, también se vislumbra la restauración del partido único que por 71 años significó el PRI y que terminó en 1988 con el fraude electoral que llevó a Carlos Salinas de Gortari a Los Pinos. Y esa reedición político-histórica es nada menos que Morena, con AMLO al frente, quien no sabe convivir con la democracia y aspira a que Morena sea el nuevo PRI de nuestros días. Para ello trabaja. Y eso es muy preocupante. Son signos de antidemocracia y de dictadura política a la que hay que decirle que no.
A AMLO le gusta rodearse de priistas porque, en su corazón, siempre ha habido un priista agazapado. Por eso comparte el poder con Muñoz Ledo, Bartlett, Ebrard y compañía.
Y ahora, sabedor que tiene el control político del país y que el PRI está en pleno derrumbe tras el desastre durante el sexenio de Peña Nieto, pretende aprovecharse de la situación y controlar al partido que lo formó políticamente para no tener estorbos en su pretensión de consolidar la dictadura populista que ha echado a andar.
AMLO controla a Morena.
AMLO controla al Congreso.
AMLO quiere, ahora, controlar al PRI a través de su amigo Alito.
Ya veremos si los priistas lo obedecen.
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