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Acapulco Press

2017: «Año Apocalíptico» para Evodio

viernes, 07 octubre 2016 by Acapulco Press

Ángel Miguel Blanco

massiosare@msn.com

2017: «Año Apocalíptico» para Evodio: Segob, Estado, PRI y MC buscarán aniquilarlo a toda costa del mapa político-electoral 2018-2021.

René Juárez, el mejor aliado de Los Pinos para demostrar que el PRI puede gobernar e instaurar esa paz y orden que San Héctor Guajolotillo no ha podido implementar ni en sus mejores sueños húmedos ni fantasías de poder.

No olvidemos que durante el régimen de RJC el crimen organizado y el narcotráfico se mantuvieron en el clandestinaje (léase «bajo control» de acuerdos políticos), por eso es que Los Pinos y Segob requieren de sus servicios, para ayudar al PRI a mejorar y posicionar su imagen en Guerrero, no para seguir sirviendo al pueblo.

Capisci?

Cierren las puertas, señores!

ELECCIONES 2018Evodio Velázquez AguirreMiguel Ángel Osorio ChongRené Juárez CisnerosSegob
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Caso Acapulco: Sin defensas profanas ni agravios ventajosos

sábado, 23 abril 2016 by Acapulco Press

«Yo no puedo combatir al crimen organizado, no es mi papel».
— Evodio Velázquez Aguirre, presidente perredista de Acapulco.

«Cada nivel de gobierno tiene que combatir la delincuencia conforme a sus facultades».
— Marco Antonio Leyva, alcalde priísta de Chilpancingo.

“La verdad os hará libres”.
—Jesús, Hijo de Dios (Evangelio de Juan 8:32 / Las Santas Escrituras)

El Santo Oficio
Ángel Miguel Blanco
massiosare@msn.com
] Twitter: @MrPapazito

En lenguaje llano y de forma directa, precisa, sin ahondar más allá de lo que no nos compete, vamos a analizar o comentar –desde el punto de vista periodístico– el tema de moda que tiene «satanizados» a dos alcaldes guerrerenses, Jesús Evodio Velázquez Aguirre y Marco Antonio Leyva Mena, una vez que ‘fallidamente’ trataron de explicar por qué aparentemente no han hecho nada para frenar los índices de violencia generalizada que tanto aquejan a sus conciudadanos.

SEGOB2Desde la perspectiva ciudadana sí puede admitirse que son culpables, desde la óptica constitucional, «quizá» no tanto.

Anticipo que este análisis es estrictamente personal, sin defensas a ultranzas para nadie, pero sustentado en bases jurídicas y constitucionales.

El 2 de febrero del 2015, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, solicitó a su Congreso federal un presupuesto de 80 millones de dólares para respaldar durante el ejercicio fiscal 2016 al gobierno de Enrique Pena Nieto en la lucha contra el narcotráfico.

Obama lo hizo consciente de que era con el Presidente de México, Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas de México, encargadas de la seguridad nacional de los mexicanos, únicas a nivel nacional con armamento, capacidad, adiestramiento y tecnología para combatir a los «enemigos» de la Nación, con quien debía dirigirse en materia de seguridad para el combate del crimen organizado y el narcotráfico, constituidos como enemigos públicos de la nación mexicana.

Además del combate al crimen organizado y el narcotráfico, dicha colaboración estadounidense comprende dos objetivos base: «esclarecer la masacre de 22 civiles a manos de elementos del Ejército Mexicano en Tlatlaya, Estado de México», el año pasado, y la desaparición de los «43 normalistas de Ayotzinapa» en el municipio de Iguala, Guerrero», en septiembre del 2014. Si México no lo hace, el Departamento de Estado y el Congreso estadounidense suspenderían la «entrega de fondos para seguridad nacional» al gobierno mexicano.

Sarcásticamente hablando, Barack Obama no dijo «voy a darles dinero a Evodio Velázquez y a Marco Antonio Leyva para que combatan el narcotráfico y el crimen organizado en sus municipios», no. Se dirigió con el Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas de México, a quien la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos acredita autoridad y poder plenipotenciarios para utilizar al Ejército y la Marina, junto con todo su personal, armamento y tecnología, para garantizar la seguridad nacional.

Para efectos investigativos, el Gobierno de México cuenta con el Centro de Inteligencia para la Seguridad Nacional (Cisen), «órgano de inteligencia civil al servicio del Estado Mexicano, cuyo propósito es generar inteligencia estratégica, táctica y operativa que permita preservar la integridad, estabilidad y permanencia del Estado Mexicano, dar sustento a la gobernabilidad y fortalecer al Estado de Derecho», como se describe en el sitio web oficial del Cisen (cisen.gob.mx).

«El papel del Cisen consiste en alertar y proponer medidas de prevención, disuasión, contención y neutralización de riesgos y amenazas que pretendan vulnerar el territorio, la soberanía, al orden constitucional, las libertades e instituciones democráticas de la población mexicana, así como el desarrollo económico, social y político del país», complementa el sitio. Y desde el 16 de abril de 2009 sólo se permite como agentes calificados a personas adiestradas y egresadas de la «Escuela de Inteligencia para la Seguridad Nacional» del Cisen».

Ambas corporaciones dependen de la Secretaría de Gobernación federal, cuyo titular actual es Miguel Ángel Osorio Chong, exgobernador de Hidalgo que alguna vez fue inmiscuido con el grupo delincuencial autodenomidado «Los Zeta», enemigo férreo del Cartel de Sinaloa, de Joaquín Archivaldo Guzmán Loera, internacionalmente conocido como «El Chapo».

Pues bien, según la «Guía Técnica de Seguridad Pública Municipal» del Instituto Nacional para el Federalismo y el Desarrollo Municipal (Inafed), el papel que corresponde a los «ayuntamientos» es la de «prestar el servicio de seguridad pública para procurar que el desarrollo de la vida comunitaria transcurra dentro de los cauces del Estado de Derecho».

Y añade: «La autoridad municipal debe organizar y proveer de medios a las dependencias que tienen a su cargo las funciones de policía, seguridad, vialidad y asistencia a la población en situaciones de emergencia».

Allí mismo se detalla que por «seguridad pública municipal» se entiende que “seguridad pública es la función a cargo del estado que tiene como fines salvaguardar la integridad y derechos de las personas, así como preservar las libertades, el orden y la paz pública”, y que corresponde a “las autoridades competentes alcanzar los fines de la seguridad pública mediante la prevención, persecución y sanción de las infracciones y delitos, así como la reinserción social de los delincuentes o infractores”.

Dentro de las mismas atribuciones, a las autoridades locales compete “combatir las causas que generen la comisión de delitos y conductas antisociales, y desarrollar políticas, programas y acciones para fomentar en la sociedad valores culturales y cívicos, que induzcan el respeto a la legalidad”.

“La autoridad municipal debe realizar acciones para garantizar la tranquilidad, paz y protección de la integridad física y moral de la población, mediante la vigilancia, prevención de actos delictuosos y orientación ciudadana que proporciona la corporación de policía y los comités de protección civil al conjunto de la comunidad”, añade la Guía sobre Seguridad Pública Municipal del Inafed.

Y continúa: “Dentro del ámbito municipal, la Constitución considera a la seguridad pública como un servicio a cargo del municipio, el cual deberá ejercerse con el concurso del Estado, porque así lo determina el artículo 21 Constitucional que establece que la seguridad pública es una función a cargo de la Federación los Estados y los Municipios, en sus respectivas competencias”.

En este sentido, “el Ayuntamiento deberá regular el orden público, el tránsito vehicular y peatonal, así como vigilar y garantizar el cumplimiento de las leyes federales y estatales, y los reglamentos vigentes en la materia dentro del municipio”.

Y con base al último párrafo de la fracción III del artículo 115 Constitucional, “los Municipios de un mismo Estado, previo acuerdo entre sus Ayuntamientos, podrán coordinarse y asociarse para la más eficaz prestación de dicho servicio, situación que se ajusta a lo dispuesto por el artículo 21 Constitucional”, claudica al respecto el Inafed.

¿Erró el alcalde de Acapulco, Evodio Velázquez, al manifestar que no le corresponde el combate del crimen organizado?

Sí y no.

“Sí”, por la falta de tacto y conocimiento de causa en sus declaraciones. A Evodio Velázquez le faltó documentarse antes de justificarse frente al narcotráfico y la delincuencia organizada.

“No”, porque con base a la Guía de Seguridad Pública Municipal del Inafed, organismo del Gobierno Federal, dependiente de la Secretaría de Gobernación, orientado a coordinar las acciones de los tres ámbitos de gobierno para diseñar e implementar políticas públicas, programas y servicios que fortalezcan las relaciones intergubernamentales subsidiarias, e impulsen el desarrollo equilibrado de estados y municipios en beneficio de la ciudadanía”, a los ayuntamiento les compete garantizar la seguridad pública de sus ciudadanos de acuerdo a sus competencias, y dichas “competencias” comprenden el orden común y el auxilio a las autoridades estatales y federal para una mejor efectividad en dicho tema.

El crimen organizado y el narcofráfico, por ende, no están legítimamente contemplados por la Secretaría de Gobernación ni la Constitución como asuntos integrales de los municipios, debido a las redes o estructuras que lo integran y la sofisticada tecnología armamentística que utilizan y que solo las Fuerzas Armadas de la Nación, bajo el mando del Comandante Supremo de las mismas, puede hacer frente, jurídica, política, social y constitucionalmente, por tratarse de “enemigos” íntegros de la Nación.

A los gobierno de Acapulco y Chilpancingo, particularmente hablando (aunque el tema es aplicativo para todos los ayuntamiento de México) les resta “garantizar más exhaustivamente el cumplimiento de los Bandos, Reglamentos y disposiciones administrativas vigentes en la materia, dentro del territorio del Municipio”, como sugiera el Inafed.

El en el caso de algunas leyes federales y estatales, el Ayuntamiento tiene el carácter de “autoridad auxiliar”, por lo que sus cuerpos de seguridad pública están obligados a “coadyuvar” al cumplimiento de dichas leyes, aclara el Inafed.

“Prevenir la comisión de acciones que contravengan disposiciones jurídicas aplicables al Municipio y que sean constitutivas de delitos o infracciones, guardar el orden público dentro del territorio del municipio, sancionar a los individuos que contravengan las disposiciones administrativas aplicables dentro del municipio, administrar los Centros de Detención Municipales (Cárceles Municipales), auxiliar a las autoridades Estatales y Federales competentes en la investigación y persecución de los delitos”, son también atribuciones constitucionales de los municipios, así como «reglamentar todo lo relativo a la Seguridad Pública Municipal en concordancia a la Constitución Federal y las Leyes Federales y Estatales relativas; organizar a la policía municipal, designando las jefaturas y atribuciones correspondientes de acuerdo con la legislación y reglamentación vigente, dotar a la policía y órganos auxiliares de los recursos materiales indispensables para realizar las funciones de policía y apoyo a la administración de justicia municipal; seleccionar y capacitar a los miembros que conforman la policía municipal, administrar y mantener en operación los Centros de Detención Municipales” y “organizar el juzgado calificador municipal, en coordinación las autoridades judiciales de la entidad”.

Hasta donde sabemos, porque de ha hechos público, la capacitación policíaca en Acapulco y algunos otros municipios se ha estado implementando, conforme la ley lo demanda. No vemos problema alguno en este aspecto.

“El Presidente Municipal, como ejecutor de las determinaciones del Ayuntamiento –en consecuencia–, es quien deberá encargarse de que los objetivos de la seguridad pública municipal y las atribuciones del Ayuntamiento en dicha materia sean cumplidas.

“Es el Presidente Municipal quien nombra a los titulares de los órganos encargados de la seguridad pública municipal y quien dispone de éstos para asegurar el pleno disfrute de las garantías individuales, la conservación del orden y la tranquilidad pública”, subraya el Inafed.

Lamentablemente, en este último apartado, sí están fallando las autoridades municipales, porque la Segob, por instrucciones del Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas del país, así lo determina.

No obstante, este hecho es el mejor justificante que avala el deslinde de Evodio Velázquez en torno al combate del crimen organizado, pues el que Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas de México, Enrique Peña Nieto, haya asumido la determinación de instruir a la Segob el nombramiento de los encargados de los cuerpos policíacos de algunos estados y municipios es evidencia clara que el crimen organizado y el narcotráfico sí son asunto de seguridad nacional.

La razón asiste también al alcalde capitalino, Marco Antonio Leyva, en el sentido que “cada nivel de gobierno tiene que combatir la delincuencia conforme a sus facultades”, pero el hecho de que sus declaraciones hayan sido emitidas con dolo contra el presidente de Acapulco y con el franco afán de defender la inoperancia de su comandante de las fuerzas policiales estatales, Héctor Astudillo Flores, “¡no tiene madre!”.

El mismo caso aplicaría para los legisladores que siguen haciendo “leña del árbol caído” sin fundamentos y sin aportar nada al respecto.

No es tarea nuestra defender a Evodio Velázquez. Es tarea suya, principalmente, y de su oficia de Prensa.

A los periodistas nos corresponde investigar, analizar y presentar el resultado de nuestras investigaciones. A los juristas corresponde la legalidad, a los políticos poner en práctica lo aprendido, a la sociedad pensante usar el raciocinio y la sensantez… y a los “zombies” sociales seguir en su ignorancia, exigiendo y criticando todo y caminando contra la corriente.

Cierro con broche de oro trascribiendo textualmente tres párrafos del “Programa para la Seguridad Nacional 2014-2018” del Presidente Enrique Peña Nieto, publicado en el Diario Oficial de la Federación, el 30 de abril del año 2014.
Bajo el título «Política Nacional de Defensa del Gobierno de la República”, apartado 2, “Delincuencia Organizada Transnacional”, se lee:

“El Programa Nacional de Seguridad Pública busca coordinar acciones federales, estatales y municipales para enfrentar la situación desde una perspectiva regional, haciendo corresponsables a los gobiernos locales. De igual forma, se han realizado acciones de fusión de inteligencia que han permitido que el Gobierno de la República neutralice a actores delincuenciales mediante alertas tempranas. Adicionalmente, el Esfuerzo Nacional contra el Narcotráfico, encabezado por las Secretarías de Gobernación, Defensa Nacional, Marina y de Hacienda y Crédito Público, y por la Procuraduría General de la República, ha permitido mantener un trabajo coordinado a nivel federal para combatir el flagelo del narcotráfico.

“(…) y con el propósito de hacer frente a este riesgo desde un enfoque preventivo, el Gobierno de la República continuará consolidando el Programa Nacional para la Prevención Social de la Violencia y la Delincuencia y la Estrategia Nacional Antisecuestro.

“Por último, es necesario señalar que las iniciativas de política pública enunciadas en el párrafo previo serán acompañadas con un fortalecimiento de las capacidades de generación, difusión oportuna y explotación de inteligencia. Al hacerlo se adoptará una perspectiva regional que será acompañada por un proceso de certificación y capacitación permanente de los funcionarios de las corporaciones policiales locales y el reforzamiento de las capacidades tecnológicas y de investigación utilizadas para combatir el lavado de dinero”, otra de las facetas del narcotráfico y el crimen organizado.

Sí, al Gobierno Federal debe exigírsele que anuncie la fecha en que dichas acciones se harán plenas y concretas en Acapualco, en Chilpancingo y en la mayoría de los municipios de Guerrero actualmente azotados por el crimen organizado y el narcotráfico, y no solo en algunos estados y municipios que simpatizan con el Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas de México.

Como dice Ana María Polo, conductora del populoso programa “Caso Cerrado”, «ándese con cuidado, edúquese lo más que pueda, respete para que lo respeten, y que Dios nos ampare”.

Saludo fraterno y respetuoso para todos.
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El otro lado de la guerra “Segob Vs Acapulco”

viernes, 22 enero 2016 by Acapulco Press

El Santo Oficio
Ángel Miguel Blanco
massiosare@msn.com

El 30 de noviembre fue un día fatídico para Acapulco, ese día, los ojos del gobierno federal pusieron su atención en Evodio Velázquez Aguirre, el joven presidente municipal de izquierda que con los testículos en manos frenó los desvaríos de la otrora dominante Iglesia, que esta vez no pudo imponer sus intromisiones en la clase gobernante.

Durante el “Taller de Cultura Cívica del Perdón, Reconciliación y Resarcimiento del Tejido Social”, celebrado en Acapulco el 21 de octubre de 2015, bajo la coordinación del Consejo Interreligioso Guerrerense, el sacerdote colombiano Leonel Narváez Gómez expuso que “para terminar la espiral de violencia (en el puerto, era) necesario negociar con los (…), porque las armas no son la solución”.

Días posteriores, el 3 de noviembre, para ser precisos, el alcalde de Acapulco respondió, preciso: “El gobierno y sus instituciones no tienen por qué sentarse a negociar con grupos de la delincuencia organizada, sino con la sociedad, para que juntos aprendan a cuidarse de la violencia”.

Evodio Velázquez agregaría que “Acapulco de ninguna manera es Colombia, aquí no hay FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), sino delincuencia común que tiene que ser erradicada con los programas de seguridad” que, por cierto, su gobierno ya había comenzado a poner en práctica.

El presidente admitió que “las cifras –los resultados—son frías, pero de más de 100 muertes al mes, ahora se tienen menos de 60, y con la puesta en marcha de programas coordinados (con el gobierno federal y el estatal), la cantidad irá bajando de manera paulatina”, estimó Velázquez Aguirre.

Como por arte de magia, tras dicha respuesta, Acapulco comenzó de nuevo ser blanco de ataques y pareció como, si a propósito, se hubiera “ordenado” hacer del puerto nuevamente escenario de sangre y violencia.

Quienes desconocen del tema posiblemente acertaron en hallar en la juventud de Evo Velázquez las fallas inmediatas en materia de seguridad pública, pero quienes gustan del análisis y el raciocinio, seguro pudieron apreciar que la guerra contra Acapulco había nacido desde la confrontación del Evo Velázquez con la Iglesia… con el aval inevitable de Los Pinos, a través de la Secretaría de Gobernación.

Para nadie es un secreto que el gobierno federal es, ha sido y será quien, mientras Enrique Peña Nieto ostente la Presidencia de la República, el único con poder absoluto para decidir sobre los mandos policíacos en estados y ciudades de interés internacional, y Acapulco no es la excepción.

SIN CHONG, NO HAY PARAÍSO

Contra todos los pronósticos y la oposición del entonces alcalde Luis Walton Aburto, el 8 de octubre del 2015, el gobierno federal “instruyó” al ex gpbernador Ángel Aguirre acatar la imposición del comisario de la Secretaría de Seguridad Pública federal (SSP), Alfredo Álvarez Valenzuela, como secretario de Seguridad Pública en Acapulco.

Álvarez Valenzuela, quien en su carrera policial había acumulado en su contra múltiples denuncias por abuso de autoridad, secuestros, extorsiones y hasta homicidios, era un “miembro distinguido” de “La Hermandad”, una cofradía integrada por policías federales directamente vinculados con el narcotráfico y la delincuencia organizada, según investigaciones propias del Cisen.

Alfredo Álvarez, quien fue el encargado del operativo “Guerrero Seguro” implementado por el gobierno de Ángel Aguirre, fue también partícipe del desalojo violento de normalistas de Ayotzinapa en la Autopista del Sol, cuyo saldo fue de dos estudiantes asesinados, el 12 de diciembre de 2011.

El jefe de “La Hermandad” en Acapulco era uno de los artífices del llamado “Mando Único Policial” (MUP), instaurado por el presidente Peña Nieto para supuestamente prevenir la filtración del narcotráfico y la delincuencia organizada en las policías estatales y municipales del país.

Lo que Peña Nieto no sabía –y si lo sabía, omitió reconocerlo, a propósito—es que lo que realmente hacía era legalizar la infiltración policíaca, pues la mayoría de los mandos en quien dejaba el control del llamado “Mando Único” ya sostenía nexos con la delincuencia informada, como bien documentó el Cisen su investigación sobre la cofradía conocida como “La Hermandad”, integrada por policías de elite al servicio la delincuencia.

El rechazo de Evodio Velázquez a este “Mando Único Policial” es otro de los reveces que el titular de la Secretaría de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, no soporta… sobretodo porque la “ofensa” del presidente de Acapulco abolla la investidura de su jefe inmediato, Enrique Peña Nieto.

Lamentablemente, el rechazo conjunto del alcalde acapulqueño y el gobernador del estado hacia el MUP será quien sepulte la promesa de Héctor Astudillo de dar “orden y paz” a los guerrerensesn, porque sin Mando Único en Guerrero, en Acapulco, es un hecho que la seguridad pública sería un espejismo durante el resto de mandatos de Evodio Velázquez y Héctor Astudillo.

Tiempo al tiempo…

LA POSTURA DEL GOBIERNO DE ACAPULCO Y SUS RAZONES

Para Miguel Ángel Osorio Chong, quien recientemente había anunciado atención especializada para Acapulco, en materia de seguridad pública, las cosas no se están haciendo a su manera en el puerto; el desacato del gobierno de Evodio Velázquez contra la policía creada por su patrón como modelo de seguridad pública en el país, es un ofensa.

De allí que, desde su perspectiva, el Gobierno de Acapulco es, a partir de este año, un enemigo más del gobierno federal.

Y a fin de fundamentar su guerra y tratar de imponer el “Mando Único” en Acapulco, el secretario de Gobernación federal sostiene que el Gobierno Municipal no “ha depurado los elementos de la policía municipal que salieron como no aptos en las pruebas de control de confianza realizadas en el 2014”, que “el secretario de seguridad pública municipal, no ha aplicado la actualización de su evaluación en su nuevo cargo” y que “no ha realizado el curso de mandos policiales, conforme lo determinado el Consejo Nacional de Seguridad Pública”.

Es comprensible que Osorio Chong tenga esa miope perspectiva, pues no vive en Acapulco y con tantas ocupaciones es “posible” que ni siquiera le preocupe lo que ocurre en Acapulco.

Pero no solo de Acapulco desconoce qué ocurre Osorio Chong, un político sin calidad moral ni memoria que pese a estar acusado de sostener vínculos con la delincuencia organizada, desde que fungió como gobernador de Coahuila, sino de casi todo el país.

Quizá el secretario de Gobierno esté tan ocupado en su abnegación a Peña Nieto que teme decirle a su jefe la realidad que oculta su invento fantástico del “Mando Único Policial”, rechazo en casi todas las entidades y ciudades del país por la complicidad que existe entre los mandos del MUP y la delincuencia organizada. Además de que el “Mando Único” viola flagrantemente la Ley del Municipio Libre, pues su imposición resta poder a sus autoridades, facultadas constitucionalmente para elegir a sus autoridades auxiliares en materia de seguridad pública, quienes, por decreto, sí podrán coadyuvar con las tareas de las policías del estado y la federación, sin dejar de ostentar su autoridad en su circunscripción territorial.

Con todo esto como base, es plausible el hecho que el Gobierno de Acapulco se mantenga íntegro en su postura de no someter a plebiscito la negociación de la seguridad de los acapulqueños y de mantener sanas distancias con la delincuencia organizada.

Es plausible el rechazo hacia un “Mando Único Policial” plagado de irregularidades, por seguridad de la ciudadanía. Los hechos, las investigaciones, hablan de lo mal estructurad y operado que se halla ese “mando” al servicio de otros intereses, acatar su imposición sería entregar en charola de plata a la ciudadanía al crimen organizado y la delincuencia.

Lo dijo categórico en su momento el entonces vocero del gobierno de Ángel Aguirre, José Villanueva Manzanarez, que la policía de Acapulco, “se (encontraba) infiltrada por el narco”. De allí su interés de Luis Walton por reestructuras la corporación, no obstante, su proyecto fue frenado por el gobierno federal al imponerle a un miembro de “La Hermandad” como jefe de la policía local, quien pese al rechazo ciudadano y policíaco, por los excesos de poder y hasta tortura debidamente documentados, fue mantenido en el cargo hasta que sus fechoría desbordaron el dominio público.

Alfredo Álvarez Valenzuela fue acusado por “abuso de autoridad y desaparición forzada de personas” y capturado el 25 de julio del 2015. Irónicamente, pese a pasar unos días en el Cereso de Acapulco, actualmente se desempeña como director de seguridad de Iztapalapa, gracias a la “supuesta” intervención de su amigo Miguel Ángel Osorio Chong.

Al respecto, que el Gobierno de Acapulco aclare que, contrario a las acusaciones de la Segob, existen evidencias de que “se han tomado acciones en materia de profesionalización y certificación policial”, y que para el proceso de depuración se ha creado un “fondo económico, con recursos propios, para la liquidación de los elementos no aptos de la policía municipal”, es justo fundamento. Dichos programas han sido públicos, solo resta que se le liquiden de la corporación a los malos elementos, y que los testículos sigan bien puestos para que Acapulco esté libre de policías de dudosa reputación, aunque para el secretaria de Gobernación federal el “Mando Único” sea un modelo de “buenos muchachos”… como los 43 faltantes de Ayotzinapa.

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Alfredo Álvarez ValenzuelaÁngel Aguirre RiveroEnrique Peña NietoEvodio Velázquez AguirreMando Único PolicialMiguel Ángel Osorio Chong
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